Supe de él como un accidente en la intemperie.
Volaba bajito.
Casi sin mover las alas.
(Lo suficiente)
Zumbaba historias de un pasado pomposo.
Glorias que nadie sabía bien.
Pero en el escritorio de las cicatrices
sólo había premoniciones fallidas.

Un experto en novatadas,
limpito te ibas a ensuciar
y al silencio chamuyar
pegando sin una trompada.

Sacaba el libreto del cajón heredado.
“Sabías qué?”
Arrancaba a tararear.
(Todo arreglado)
Algunas mininas compraban barato.
Cuatro ruedas para empezar.
Pero cuando la noche era más fría
el teléfono llega al tono del final.

La misma historia a menudo,
un soldado siempre en acción
va quebrándose con la canción
y ya no habrá recuerdo alguno.

Es la hora de tu talento mejor,
capo de la despedida.
Coquetear la expectativa,
en saliva de besos sin pasión.