-Cuéntame un cuento que no le hayas contado a nadie jamás- decía la niña al padre.
-Muchacha, esa frase es de Isabel Allende, cuando estés grande sabrás quién es ella- Dijo el padre mirando a la niña.
-Mmmm... -Dijo la niña,- Esa frase es mía, la acabo de inventar-
-No o o o -dijo el padre, mientras le hacía cosquillas a la niña- Esa frase es de una escritora muy muy famosa-
-Ji ji ji- Reía la niña, mientras replicaba la inventé yo... Mmmm... No me hagas cosquillas... Y cuéntame un cuento, por favor- dijo poniendo cara de enojada...
-Bueno, te voy a contar el cuento de... , déjame pensar, mmm... mmm... mmm... A ver, dime por qué las rosas tienen espinas?-
-No sé, dime papi, por qué las rosas tienen espinas-
-Bueno... Te voy a contar-
Cuando Dios creó al mundo, puso un jardín muy bonito, lleno de flores de todos los colores y aromas y allí puso unas flores que se llamaban margaritas, girasoles, orquídeas y, otras muy bonitas que se llamaban rosas... había tantas plantas en el jardín y árboles que se puso a un jardinero a cuidar de todo ello. El jardinero cuidaba las rosas junto con todas las demás plantas, pero siempre le pareció que las rosas eran las más hermosas de todas las plantas de la creación, pero estas rosas no eras iguales a las que hay actualmente, estas no tenían espinas. Así transcurrió el tiempo y poco a poco también fueron apareciendo los animales que andaban en el bosque, y muchas veces pasaban por el jardín admirando las rosas, así un día uno de ellos tomó una y se la puso en el cabello para verse mejor, según pensó y todos los animales empezaron a hacer los mismo, no sólo con las rosas sino con todas las flores, esa fue la primera gran extinción masiva de plantas, sin embargo, aunque todas las flores volvieron a surgir, la rosa demoró mucho más y el jardinero preocupado, obviamente, limpió cada día el terreno y cuidando a las plantas, ahora sin rosas, que ellas brotaran un día, así pasaron algunos días, siempre paciente y cuidadoso espero y espero, hasta que un día de esos tristes y melancólicos, al ver que nada salía de las plantas, empezó a limpiar el terreno con lágrimas en los ojos y estas caían mezclandose con la tierra que el removía, pensando que ya nunca iban a salir de nuevo las rosas. Pero al día siguiente vió que las plantas empezaban a dar capullos de flores otra vez, pero con la diferencia que ahora tenían espinas... Y desde ese día las rosas tienen espinas por el llanto y cuidado de un jardinero...
-Si yo fuera una rosa también tendría espinas-...
-Sí, si tu fueras rosa también tendrías espinas, ahora duerma niña que mañana vendrá otro cuento.
Así la niña dió vuelta al costado, cerró los ojos y durmió...