No sabía bien cómo componer aquel relato, pero la hoja en blanco invitaba al desarrollo. Era una pulsión como la que debe de sentir el cazador pero en lugar de conejos, con hojas en blanco. Apretar el gatillo a la vista de lo claro era su misión.
En la calle las vecinas apretaban otros tantos gatillos en esa misión de los siglos de las mujeres de todos los tiempos de la creencia de la verdad. La verdad es un concepto femenino, no en vano. Se opone a lo correcto que es el epíteto de la masculinidad. Entre lo correcto y la verdad van pasando los años.
El escribiente es un tipo neutral que lo mismo se le da una cosa que otra, y que cuando escribe aspira a congeniar los dos conceptos: a la caza de lo correcto verdadero o de lo verdadero con formalidad.