Tu historia torcida reflejada en el temblor artero,
del cuerpo gastado,
del cerebro infartado a ratos lucido,
queriendo seguir vivo a ultranza.
La neblina persistente en los ojos,
esa que no se va como los fantasmas que te acorralan,
porque las noches son de maldiciones criadas hace años,
la de los muertos dejados por el tiempo,
de sus palabras emitidas en susurros persistentes,
de las imágenes caóticas atrapadas en dolor y mudes,
relaciones estropeadas por los vicios,
los de tu cuerpo y mente… deteriorados,
como tu vida vieja.
Pero que va ¿no?...
solo arrepentirse de todo y nada,
de los pecados forzados y los jamás hechos,
de aquellas sonrisas y lagrimas fisuradas,
de los silencios culpables…
entonces mejor caminar con bastón en mano,
creyendo ver cosas extintas,
creyendo ver a la muerte bajo el árbol de la plaza,
y seguro es ella… más vieja que tu,
paciente y quizá sorprendida,
de aquello que te persigue y no ves…
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