Una semana después del arresto del maestro Lennon se llevó a cabo su juicio. Afuera del tribunal había una muchedumbre de hombres y mujeres que apoyaban a Camila. Carteles como ¡Justicia! o ¡Vamos a ganar el juicio! y ¡Muerte al pedófilo! Podían leerse. El Juez entró al lugar y se sentó. A su derecha estaba el Fiscal y a su izquierda al maestro Lennon con su abogado defensor. El Fiscal fue el primero en tomar la palabra.
-Damas y caballeros del jurado, señor Juez y personas aquí presentes. Estoy aquí con el único propósito de demostrar la culpabilidad del acusado, el maestro Lennon, en el delito en cuestión. Como primer testigo llamo a Camila, la chica agredida sexualmente.
Camila pasó a sentarse a la silla de testigos, a la izquierda del Juez. La juramentaron y ella juró.
-Señorita –dijo el Fiscal-, ¿es cierto que este hombre –señaló al maestro Lennon- abusó sexualmente de usted?
-Si.
-¿Cómo pasó?
-El me amenazó con reprobarme el curso si no me acostaba con él.
-¿Y luego de haberse acostado con él, qué pasó? ¿Aprobó?
-No.
-¿No?
-No, me lo reprobó de todas maneras –Camila se limpió algunas lágrimas que le salieron de los ojos.
-¿Hay pruebas que lo confirmen? –preguntó el Juez.
-Si, si las hay –dijo el Fiscal-. Tenemos su computadora con todos los promedios. Ahí aparece que, efectivamente, tiene el curso reprobado.
-¿Y dónde abusó sexualmente de usted? –preguntó el Juez.
-En un motel del centro –respondió Camila.
-¿Tiene algo que lo verifique?
-Si, la grabación de la cámara de seguridad del lugar los muestra a ella y a él entrando y saliendo luego de dos horas.
-¿Hay algo más?
-Bueno –dijo Camila-, mientras el conducía él… –más lágrimas salieron de sus ojos- él me golpeó varias veces en el rostro por no agradecer sus cumplidos.
Camila no pudo contener el llanto y comenzó a llorar en serio.
-¡Y para colmo –continuó-, estoy embarazada de él!
Todas las personas se conmovieron luego del discurso de Camila. Algunos lanzaron un suspiro. Camila llevó sus manos al rostro y siguió llorando. Todos guardaban silencio. Después de un rato se calmó.
-Eso es todo su señoría –dijo el Fiscal mirando al Juez.
-Gracias señor Fiscal. Señorita, puede volver a su asiento…
-Un momento –interrumpió el abogado defensor- su señoría, quisiera hablar con la chica.
-Esta bien, le concedo la palabra ahora al abogado defensor. Jovencita, por favor permanezca sentada.
El abogado defensor pasó al frente. Un abucheo de parte de las personas que se hicieron presentes se hizo sentir.
-¡Orden! -dijo el Juez golpeando el estrado con su martillo-, ¡orden en la corte!
El abogado defensor se limitó a sonreír.
-“Pobres idiotas –pensó-, no saben que tengo un as la manga”. |