(Una turista en un lugar apartado de los Cárpatos descubre tras haber tenido un fuerte sueño erótico un preservativo a los pies de su cama. La puerta permanece cerrada. No hay nada, salvo una ventana abierta, que pueda arrojar claridad sobre la situación).



El misterio estaba servido en aquella mansión. Las hipótesis podían ser varias. Tampoco era cuestión de pedir el libro de reclamaciones, pensó la señora Pancrass. Todo podía tener explicación: un pasadizo secreto, una escala colgada de la ventana; que diera luz sobre la realidad de lo que la mujer acababa de experimentar.
De no haber dado con el plástico, fácil hubiera sido entender el episodio, como un caso más de sueño erótico, pero aquel plástico ponía sobre el tapete un grave y gran signo de interrogación.
Después de tentar las paredes de la habitación en busca de algún resorte que condujera a una salida, en vano, buscó, también infructuosamente, los ganchos de alguna escala sobre la pared, que se hubiera abierto sobre aquel abismo que parecía no tener final.
Tampoco la encontró- como decíamos.
Antes que pensar en fantasmas o vampiros trasmutados en murciélagos no le quedó otra que proceder al examen riguroso del trozo de plástico que ponía sobre el tapete aquella interrogación.
Y ahí encontró la explicación que tanto anhelaba. Al parecer la ventana- mal cerrada- había sido empujada por el viento. Lo demás era sencillo concebir. El aire había hecho aflorar de debajo de la cama aquel preservativo de una expedición anterior, propaganda política por más señas, con la insignia de un partido antiabortista( a tenor del mensaje que llevaba impreso: de entrada, aborto no).