Las religiones, que acercan la ciencia al profano, forma un conjunto de explicaciones metafóricas que nos llevan de cabeza a la humanidad desde hace tiempo. Crean la incertidumbre en el hombre serio, que no se conforma con aproximaciones ni poética. Al mismo tiempo, tampoco se les puede atribuir falibilidad al pronunciarse sobre extremos incontrastables.
Este hecho nos trae de cabeza aunque no lo pensemos. Es quizá por ello, que uno se proclame de la iglesia de la ignorancia( con profundo respeto hacia esa palabra). Y no creo que sea el único acólito de la misma. Nuestro alfa lo compone la ignorancia y también nuestro omega. Pero lo que nos caracteriza es no tratar de llenar ese vacío con palabras ni con fórmulas científicas. No tenemos templo, ni logo con el que identificarnos; simplemente nuestra fuerza radica en una pulsión difícil- no se crea- que es la de no hacer ni hacernos preguntas.
A lo sumo tenemos una debilidad, la de ojear periódicos y escuchar la radio.