-¡No se acerquen, está disparando!
El grito que lanzaron los constructores retumbó en las viejas paredes. Estaban en el proceso de demolición de aquel barrio añejo que estorbaba en el camino de la autopista nueva. De pronto un disparo certero en la cabeza tumbó al trabajador más adelantado dejándolo muerto al instante.
-¿Cómo, cómo, un francotirador allí? Eso es imposible. ¿No habrá sido una mina? -. Vociferó el jefe de seguridad de la obra.-. Llamen a la Guardia Nacional.
Las tropas se desplegaron como cuando terminó la guerra y los invasores entregaron ese sector al ejército de liberación nacional.
***
En plena ofensiva, Gunder penetró en aquel, su barrio por el callejón del foso. Hacía apenas tres años que lo habían movilizado al ejército y un mes antes, se había enterado del violento bombardeo. Vió que solo tres de las casas aún mantenían su dignidad de apartamentos independientes y se aprestó a ocupar el mejor sitio. El resto era solo hormigón y acero amontonado, formando bultos caprichosos. Buscaría la posición más alta; el tercer piso del edificio que formaba la esquina. Apartamento 17B con vista a la plaza. ¿Cómo olvidarlo?.
-¿De veras que te dieron apartamento?-. Los saltos que su mujer daba apenas le permitían sostenerla.
-¿Y cuando vamos a verlo?¿Es bonito?-. le repetía como una enferma.
- Mañana mi amor, verás que vista más preciosa tiene. Es en la plaza, en el edificio que hace esquina. Tiene dos habitaciones, una para el niño y la otra para nosotros. No es grande, pero nos basta- respondió tranquilizadoramente.
Escaló más que subir. Solo algunos pedazos de escalera quedaban en pie y llegó hasta el pasillo. Sintió allí el olor de la sopa caliente y la carcajada inocente de su hijo. Su mujer cantando y buscó automáticamente las llaves.
-Ya llegaste, que bueno -.Se acercó a él y le dio un beso-. Mira carga al niño que me tiene loca preguntándome cuando vienes. Pero no me lo entretengas mucho que hay que bañarlo y darle la comida.
-¿Papá llegaste?. Ven y ármame el trencito dale-. Le cogía su mano y lo arrastraba hacia el cajón de los juguetes-. Siéntate dale. –lo apremiaba una y otra vez.
No, el cuarto del niño no era el adecuado. Estaba muy al descubierto y cualquier disparo de mortero lo neutralizaría. Demasiado abierto a la plaza, debe estar más esquinado. Es mejor el nuestro. Tendría la pared de carga dándole el frente a la plaza y un ángulo agudo desde la esquina izquierda. Aquí mismo donde estaba la cama. Parece que va a llover.
Deseo que la lluvia caiga. Taparnos con la colcha y entonces aferrarme a tu cuerpo tibio. Acurrucados como bebés y sintiendo el arrullo de la lluvia cayendo. Quizás nuestro pequeño nos pida subir a la cama y le hacemos entonces un lugar entre nosotros. Yo sintiendo tu ternura y tú mi fuerza a través de él. Construimos así el milagro nosotros tres.
-Gunder, no hay esperanzas. El bombardeo fue con todos los hierros. Bestias, tirar misiles a un barrio civil. Las brigadas de socorro no encontraron casi nada. El misil cayó en el mismo centro de la plaza. Tu casa debe haber desaparecido y no fue posible evacuar- Así le dijo su comandante y él a quinientos kilómetros de allí, sin poder hacer nada.
Efectivamente mira el cráter en el centro. ¿Cómo pudo aguantar el edificio?. Es la posición perfecta. Tengo un poco de sueño pero no puedo dormirme, eso sería fatal, en cuanto asomen la nariz esos perros, fuego, centro borde inferior y preferiblemente a la cabeza. Emplazaré el equipo.
-Gunder-. Una llamada a sus espaldas
-¡Silvia! ¿Que haces aquí y el niño?
-Nos espera abajo. Vamos ya murió mucha gente, la casa se encarga.
***
- Aquí jefe de la sección de tropas especiales. El departamento especializado encontró el arma del francotirador en el tercer piso. Fue difícil penetrar, tenía una puntería endiablada. Pero no lo encontramos a él. Es como si la casa sola disparara. Seguimos buscando.
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