Lenta se agrieta la soledad del amor
a unos pasos de la arista de la nada.
Envuelta en organdí y lustroso raso
gasta sus tacos altos en la vacía acera
en la clepsidra de un nuevo amanecer.
Más allá de cuatro puntos suspensivos
la ninfa de las predicciones imposibles
continúa contando cuentos a la luna.
En ese lugar especial, sueñan sin dormir
los encargados de dar luz a las candelas.
Visten camisas negras y galeras aladas,
respetuosos del cristal de lo desierto
abrigan al viento en el misterio del silencio.
La calle no tiene nombre ni esquinas iluminadas,
pero todavía, aún hoy, a veces la recuerdo.
Texto agregado el 21-10-2015, y leído por 190
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