"Espantoso juego del amor, en el cual es preciso que uno de ambos jugadores pierda el gobierno de sí mismo." (Charles Baudelaire)
Uno a uno, los botones de mi blusa blanca se deshojaron ante sus dedos.
La tela se deslizó por mis hombros, por mis brazos, por mis manos;
sumisa se recostó junto a mis prejuicios sobre sus zapatos.
Me desabroché el sostén y le ofrendé mis pechos jóvenes a sus agitados latidos, para que con ellos disipara sus miedos y alimentara su exilio.
Como una madreselva me enrosqué en su cuello.
Lo miré,
Me miró...
Nuestros ojos, oscuros, lascivos, destellaron, como una estrella que está a punto de morir, al reencontrarse...
Su boca,
su lengua,
me supieron a moca con toques de vainilla y miel,
a la danza narrativa de Zweig,
a la oscuridad de Baudelaire.
Era un volcán erupcionando sobre el sol, lamiendo en descenso mis pecados capitales...
Y yo sobre él,
la gloria que cabalga:
Verde,
Blanco,
Rojo,
El águila,
La serpiente,
El nopal...
Yo sobre él:
La súplica inminente de los vientos del sur...
...
Voy a escribir para ti hasta que, en algún punto del mundo, cuente con los labios tus lunares.
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