LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS
Si no fuera por mi recurso de usar dos anteojos superpuestos (los de leer y los de ver de lejos) para descifrar la letra chica de algunas instrucciones, como por ejemplo las de los medicamentos, jamás me hubiera enterado de algunos detalles no muy conocidos acerca de la Biblia en general, y de Resurrección de los Muertos en particular.
Mi mamá había comprado cuando yo era chica una pequeña Biblia a unos vendedores ambulantes, quienes le habían dicho que allí estaba condensada toda la verdad acerca de los hombres y todo lo que ocurriría el día del juicio final.
Todos mirábamos con respeto aquel singular librito de tapa negra con letras doradas y hojas tan finitas que imitaban el papel de calcar que usábamos en la escuela, pero mucho más etéreo, si se puede llamar así. Pero el asunto es que nadie lo leía. Esa minúscula letra no invitaba a leer a ningún adulto, que ya empezaban a tener problemas con la visión –decían- o por falta de tiempo o de interés en el peor de los casos, aunque nadie lo confesaba abiertamente.
Yo, que para esa época me estaba preparando para tomar mi primera comunión, le prometí a Dios que leería aquel libro cueste lo que cueste en determinado tiempo -creo que el plazo máximo eran seis o siete años- una vez que fuera mayor.
Así comencé a leer algunas páginas, y un cierto halo de santidad me inundó al correr por los primeros renglones de ese libro sagrado. Pero al poco tiempo se me hicieron pesados y difíciles de sostener. El discurso en que estaba narrado era muy distinto al que estaba acostumbrada a leer, sumado al tedio que me producía la mención de una seguidilla de nombres a la que no estaba familiarizada, casi todos de varones, que habían engendrado a otros de nombres por el estilo.
Así es como el pequeño libro fue a parar a un ropero alcanforado y, aunque de vez en cuando me lo topaba sin querer, nunca más intenté leerlo.
Y pasó mi infancia, mi adolescencia, mi juventud…. Y ahora que estoy jubilada y dispongo de más tiempo, me encontré con este antiguo libro, casi virgen, en el fondo de unos cajones de un ropero, en mi casa paterna.
El problema de la pequeñez de las letras lo solucioné como ustedes imaginan. Superpuse los lentes de mis dos anteojos, y de los dos de mi marido, y las letras se me ofrecieron con bastante nitidez como para ser leídas.
Me detuve en la última parte, que trata de la Resurrección de los Muertos, en letra más minúscula aún. Con algunas dificultades pude descifrarla y creo, sin temor a equivocarme, ser la primera en enterarme de detalles inéditos –mejor dicho ilegibles- del libro sagrado, y que se refería con gran precisión a los acontecimientos que sucederían. En síntesis voy a resumirlos en lo siguiente, para que vosotros también creáis.
Hacia fines del siglo XXI o XXII –esta parte no pude leerla bien ya que la humedad había borroneado este dato- viendo Dios que en la Tierra, entre la destrucción del medio ambiente, la corrupción de las instituciones y de la sociedad en general, la adicción a la droga, el narcotráfico, las invasiones, guerras, epidemias, inundaciones, tsunamis, operaciones estéticas y otras calamidades, prácticamente ya se había cumplido El Apocalipsis que anunciaba la Biblia, consideró que era el momento indicado para llevar a cabo La Resurrección de los Muertos, tal como los profetas lo habían predicho en los evangelios.
El planeta Tierra se encontraba al borde del colapso. Los bosques habían sido devastados y el aire se había tornado casi irrespirable. Los ríos prácticamente estabas secos, y cuando llovía, el agua se instalaba por largo tiempo en los asentamientos humanos, descomponiéndose y produciendo un olor nauseabundo.
Era el momento de la justicia divina. Para el que había vivido de acuerdo a lo que manda la Iglesia, Dios le otorgó la gracia de conservar la lozanía de la juventud, sin máculas ni enfermedades. Los hombres volvieron a recuperar el cabello que habían perdido, y las mujeres se veían hermosas, sin rastros de las antiestéticas cirugías a las que se habían entregado con la esperanza de embellecerse. No pudo hacerse nada por Cristina, que conservó su actual aspecto, y están tratando de salvar a Moria, al Dr. Burlando y a Camilo VI. En un apartado agrega que a la gente realmente arrepentida, cual el hijo pródigo, Dios le concedió la gracia de cambiar de fisonomía, otorgándole como premio el aspecto de la duquesa de Alba.
Pero en general la gente había adoptado, por decisión de Dios, y de acuerdo a un estricto pesaje de sus méritos y faltas, la forma que merecía. Demás está decir que casi todos se veían horribles, y fueron lanzados a la Tierra sin más miramientos.
Cada persona volvió a su lugar de origen para continuar su vida sobre la Tierra, pero se encontraron con que su casa y sus tierras habían sido usurpadas por gente que ni conocían. Otros, los más afortunados, fueron recibidos por sus familiares, aunque bien pronto se desató una gran controversia sobre la posesión de los bienes terrenales.
-¿Dónde está mi gato? -decía una viejita muy preocupada recriminándole a sus familiares la ausencia del animalito -¿Se olvidaron cuánto se los recomendé antes de emprender mi último viaje?
-No lo sé -se justificó la nieta- No lo he vuelto a ver desde aquel día…
Un anciano ponía el grito en el cielo. -¡Mis tierras! ¿Qué habéis hecho con ellas? ¿Dónde están mis cultivos de trigo, maíz, forrajes…?
-Ahora son un gran parque de motocross, abuelo. Tus cultivos ya no eran rentables.
-¡No lo puedo creer! ¿Entonces qué comen?
Todos callaron. En realidad casi nadie sabía qué contestar y muchos no sabían lo que significaba la palabra “cultivo”.
Los más viejos recordaban, con nostalgia, los ricos canelones de verdura y queso que preparaba la abuela, y el espectacular asado de los domingos.
-Ahora -explicó el más desenvuelto, consultando la información acumulada en su cerebro electrónico a base de energía solar –todo es más sencillo. Los restos de animales y vegetales de otros tiempos, perfectamente descompuestos, son un excelente alimento para el organismo humano. Los restos son nuevamente procesados, y así sucesivamente…
-¿Y los animales qué comen? –interrogó uno de los resucitados, poniendo cara de asco y desconfiando de la información.
-¡Jajá! ¿Qué es eso? –preguntó un joven burlonamente.
-Los animales –respondió el que parecía más avezado –ya no existen ni siquiera en los textos informáticos más modernos. Son cosas del pasado. Sólo existen todavía algunos vegetales que han tratado de preservar unos ecologistas desubicados, pero pronto dejarán de existir.
-Lo que sí -siguió comentando otro de los mortales a quien todavía no le había llegado la hora -el oxígeno ha comenzado a escasear de modo alarmante, y para colmo los poderosos que aún quedan sobre la Tierra, acaparan el escaso oxígeno existente, lo comprimen y lo reservan para tiempos más difíciles…
-Me parece –comentó sumamente preocupado uno de los resucitados, que en la anterior vida había sido un renombrado ecologista –que si no hacemos algo pronto, la vida en el planeta se extinguirá pronto, y nuestra resurrección habrá sido en vano.
Los demás le lanzaron una mirada interrogativa, y callaron.
Desde las alturas, Dios hizo un gesto de desprecio, cerró las puertas del cielo y se retiró a descansar.
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