La señora Pancrass se planteó entonces una cuestión capital que le venía rondando la cabeza desde hacía tiempo. Se puede ser infiel y seguir amando al esposo. Y tuvo que responderse afirmativamente.
De no ser así difícilmente se congeniaba con la presencia de aquel condón usado al pie de su cama. Había disfrutado como nunca al hacer el amor en sueños y su marido se encontraba a la friolera distancia de más de mil kilómetros de aquel lugar apartado de los Cárpatos.
(Recordemos que un grupo de ricos expedicionarios estaban hospedados en un apartado rincón en medio de la nada y entre montañas. La señora Pancrass viajaba sola y el anfitrión, el barón de Dracul, había mostrado un incipiente diente al sonreír durante la primera cena de la estancia. Sobresaltada en mitad de los sueños se despertó con la poderosa sensación de haber hecho el amor instantes antes).

Era evidente el hecho después de haberlo primeramente desechado a la vista de aquel trozo de plástico cilíndrico y transparente usado.
Sin embargo nadie había en la habitación y la puerta se hallaba cerrada con doble vuelta como ella la había dejado un par o tres de horas antes. El misterio no había hecho más que empezar.