Esa misma tarde Camila llegó temprano a casa. Aún quedaban algunas horas de clase, pero ya no le importaba porque, total, ya había reprobado el curso.
Sus padres no vendrían hasta las seis, así que se sentó en una silla a esperarlos con la cabeza baja.
Se oyó el sonido de la cerradura al abrirse. Eran ellos, ya habían llegado. Era hora de contarles todo.
-Buenas noches –dijo su madre. Camila no respondió. Su madre la miró con cara de preocupación-. ¿Te sientes bien?
Camila siguió sin responder.
-Cariño, ven aquí.
-¿Qué ocurre? –preguntó el padre que ponía su saco en el perchero.
-Es nuestra hija, no la veo bien.
-¿Te sucede algo? –preguntó el padre acercándose a su esposa. Camila seguía sin responder. Ambos se acercaron a ella, tomaron dos sillas y se sentaron su lado.
-Hija, ¿Qué te pasa? A tu padre y a mi nos tienes muy preocupados. ¿Sucedió algo malo?
Camila empezó a llorar.
-Ya –dijo su padre abrazándola-, tranquila, tranquila.
-Lo siento –dijo Camila entre sollozos.
-¿Por qué lo sientes?
-Por haberlos decepcionado.
-Ah mi cielo, ¿es por tus calificaciones? Descuida, aunque repruebes el curso eso no significa que te dejaremos de querer.
-No, no es por eso –respondió Camila aun llorando.
-¿Entonces qué es?
Camila no respondió. Su llanto se hizo más fuerte.
-Vamos tesoro –dijo su padre besando su cabello-, sabes que siempre te apoyaremos pase lo que pase. No tengas miedo de decirnos lo que te pa…
-Estoy embarazada –dijo Camila sin permitir que su padre terminara la frase.
Hubo un silencio sepulcral de parte de los padres. Lo único que se oía era el llanto de Camila. Estaban desconcertados.
-Hija yo… -su madre se detuvo. No sabía que decir.
-Lo siento –dijo Camila mientras llevaba sus manos a la cara.
-¿Quién te embarazó? –preguntó el padre. En sus ojos se veía un gran enojo.
-Mi maestro.
Los padres se miraron. No comprendían nada.
-¿Co-cómo pasó? –preguntaron ambos al unísono.
-El me dijo que si no me acostaba con él no pasaría el curso, así que lo hice y… -Camila lloró con más fuerza- ¡y aún así me lo reprobó!
Camila agachó su rostro hasta sus rodillas.
-Los siento –volvió a decir Camila entre sollozos
-Hija… -Camila levantó la cara. Sus hermosos ojos miel estaban rojos de tanto llorar. Su madre le ofrecí su hombro y ella puso su cabeza sobre el, y siguió llorando, con más fuerza mientras su madre le acariciaba el cabello.
-Lo siento.
Ya hija, ya. Todo va a estar bien.
-Lo siento.
La madre se conmovió al ver a su hija hundida en llanto, y poco a poco le comenzaron a brotar lágrimas de sus ojos. Al poco tiempo abrazó con fuerza a su hija y ambas lloraron amargamente.
-Ah, pero esto no se queda así –dijo el padre golpeando fuertemente su puño contra la mesa-, ¡esto no se queda así!
***
Aún faltaba una semana de clases, pero los padres de Camila le pidieron permiso al director para que su hija faltara a clases. El no se sorprendió ni un poco (debido a las notas que llevaba) y accedió.
El maestro estaba ocupado pasando las notas de sus alumnos a la computadora. Le tocó el turno de Camila. Miró fijamente su promedio.
-Mmmm… no, no puedo ser tan cruel con ella. Después de todo, apenas fue su primera vez. Creo que le daré un promedio mayor… ¡Cinco!
El maestro lanzó una pequeña risa. En eso, dos policías entraron en el aula.
-¿Se les ofrece algo caballeros? –preguntó el maestro muy tranquilo.
-¿Es usted Matt Lennon? –preguntó uno de los policías.
-Si, soy yo. ¿Qué ocurre?
-En ese caso, queda usted bajo arresto señor Lennon.
-¿Qué? –Preguntó el maestro sorprendido- ¿Por qué?
Por violación a menor incapaz.
-Debe de haber una equivocación.
-No la hay señor Lennon. Usted es un pedófilo… ¡y ya es hora de que pague por ello! |