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Rumbo al olvido

La tierra estaba reseca. Mis botas destrozaban enormes y
duros terrones al ascender el empinado sendero, que
cruzaba en forma diagonal, para no hacerlo más penoso, el Cerro Negro.
Allá, donde se veía un humo apenas visible por la niebla
que comenzaba a desaparecer, al avanzar la mañana, se
veía el rancho de doña Matilda.
En esta desolada altiplanicie del Perú, vive esta curandera,
bruja, sanadora, que dicen que todo lo puede. Desde una
maldición que durará veinte años a un sortilegio de amor,
que hará que tu persona amada no te abandone jamás.
Yo soy un hombre medianamente culto, que no me crié en
medio de estos campesinos supersticiosos, sino que soy
nacido y criado en Lima, la ciudad de los Virreyes e incluso
estuve un par de años en su famosa Universidad, aunque sin recibirme de nada. Ahora vengo, humildemente a suplicarle a esta doña Matilda que me cure, como a cualquier cholo sin dos dedos de frente.
Mientras sigo subiendo el cansador camino, me resisto a
pensar que existe Internet, que existe otro mundo aparte,
lleno de tecnología y ciencias avanzadas, pero que no ha
podido ayudarme, Y aquí estoy, cerrando mi mente al siglo
XXI, para venir al fin del mundo a suplicar por un poco de
paz..
Muchos me recomendaron que viniera, para salvar mi alma y a mi mente de la locura.
—¡Debes ir a Tambopampa! –me decían –Allá te curarán.
Tambopampa es un puñado de chozas arrojadas por el
Diablo al comienzo del camino a Chinche.
Pero no estaba allí doña Matilda. Se había ido a su vivienda de Cerro Negro, prevenida por la temprana llegada del invierno.
Entre Tambopampa y Cerro Negro, cabalgando con buen
ritmo se demora una persona alrededor de cinco horas, pero a pié como yo venía, la gente calculaba que me demoraría todo un día.
Lamentablemente, las lluvias de los días anteriores se
ensañaron con el sendero. Necesitaría un caballo o una
mula. Sucio de polvo y fatiga, logre que unos pastores me
alquilaran un viejo caballo.
Fui a su casa que solamente era un cobertizo de ramas y un techo de paja, donde me invitaron con un poco de charqui, pan durísimo, casi tanto como el charqui y un poco de aguardiente en una jarra, fabricada con una lata de duraznos en conserva y un poco de alambre para hacer un asa.
Llegando a Cerro Negro debería entregar el caballejo en la
posada del pueblo, donde había pachamanca.
Luego debería ascender por la ladera del Cerro hasta el
rancho de la bruja.
En eso estoy, casi llegando a mi destino.
Ya entregué el caballo donde lo retiraré a la vuelta. La
pachamanca es la carne asada en un agujero en el piso,
tapada con piedras calientes. Un poco más al sur, en tierras araucanas se le llama curanto y además de la carne, lleva ave, pescado etc. Son pueblos más ricos y se nota en la comida.
Sin embargo, doña Matilda come bien.
Sin permitirme decir nada de mi problema, me hace señas
que coma lo que me sirve en un plato de lata relumbrante.
—Son criadillas de carnero encebolladas- me dice, y me
arrima una taza de café con leche.
Como con apetito el sabroso menú y me ofrece un cigarro en chala que aspiro voluptuosamente.
Ya casi me he olvidado de lo que me trajo aquí y
entrecerrando los ojos observo a la bruja, que en su juventud debe haber sido más fea aún de lo que es ahora. Los años le han ablandado el semblante y redondeado un poco la afilada cara, que delata su ganchuda nariz.
—Vienes por mal de amores y quieres soluciones rápidas exclama tirándome una bocanada de humo encima.
—!Cuenta todo a la tía Matilde que te ayudará! – me dice con dulzura al ver mis ojos brillantes.
Estoy conteniendo mis ganas de ponerme a llorar a los gritos.
¡Los hombres no lloran! –me doy ánimos, mordiéndome los labios.
Me calmo un poco, mientras doña Matilde me observa detrás de su afilada nariz. Me sonríe, tranquilizadora.
—¡Estoy enamorado de un imposible!- le digo
atropelladamente.
—No sé si usted sabe lo que es Internet- le digo
—Sé lo que es Internet. Cuando bajo a Yanahuanca a ver a
mis parientes, mis sobrinos, que son cuatro me muestran su ordenador y me explican como funciona. –me contesta muy segura de sí.
—Conocí por medio del Chat a una muchacha maravillosa.
No es de por aquí sino de México. Verla y enamorarme fue
todo uno.
Al verla levantar las cejas , añadí: —Sí, la ví, porque con una pequeña cámara se puede mandar la imagen en movimiento y además el sonido. Yo no me quise mostrar a ella para que no notara la gran diferencia de edad que tenemos, pero yo la vi y la admiré. Su feminidad, su belleza, su simpatía y sobre todo la vi o creí verla sufrir por algún amor que la decepcionó.
Decidí hacerla feliz. Si otro le había fallado, en mi encontraría no sólo un amigo o un amante sino un verdadero compañero para toda la vida o hasta que ella quisiera.
—¿Acaso es muy joven?- me interrogó
—¡Sí! Tiene sólo veinticinco años, pero su madurez
intelectual es innegable. Ya es profesional. Abogada.
—¡Mmmmm! Tu sabes, hijo, que en nuestro país, los
abogados son más malos que los mismos militares.
—¡Ya sé! Eso ocurre en el Perú, pero no en México....creo.
—¡Continúa con tu relato! –me apuró
—Ella también es escritora y escribe en Internet, igual que
yo. Me encantaba todo lo que ella escribía. En cuanto ella
publicaba algo, yo lo devoraba y me hacía la ilusión que
estaba dirigido a mí. Cuando le dije que la quería, ella no me desanimó del todo. Al contrario. Se las ingenió para que yo tuviera más y más interés en ella. Me decía que tenía novio y enseguida lo desmentía. Me contaba que tenía un amor en la Argentina y luego me decía que ya había pasado, que tenía en otra ciudad de Argentina otro novio, pero después lo negaba, que se había enamorado de un vendedor de diarios y también después lo desmentía. Me decía, antes que la viera en la pantalla, que era una señora mayor que había ido a la Argentina detrás de un joven mucho menor que ella, me decía que se llamaba Amelia, Julia, Miranda, Alejandra, Jane,
etc y nunca pude saber si me tomaba para la chacota o
hablaba en serio. El caso es que al ver que ella no me
amaba sufrí lo indecible y decidí sacármela de mi corazón-
¿Pero como dejar de amar a una persona que se ha
idealizado? Creí que con la ausencia, pero no dejo de pensar en ella y lo que he descubierto ahora me llena de rabia contra mi mismo. Comencé a releer sus cuentos, poemas y relatos y ví con asombro que la gran mayoría de ellos están dedicados a ese amor argentino. ¡Juro que no lo sabía! En uno de sus últimos relatos estaba muy dolorida porque hacía tres días y medio que no sabía de él. ¡Tres días y medio! Y a mí me decía que ya lo había olvidado. Me sentí pésimo. Creí que el dolor me mataría. Había un cuento, que no dudo que es real, en que narra su experiencia sexual con él, con detalles tan íntimos que me clavé las uñas en las palmas de mis manos.
Creí morir y eso me decidió a venir acá. A hacer este largo trayecto, para que usted con su sabiduría me ayude a olvidar.
No quiero acordarme de ninguno de sus supuestos nombres, ni de su belleza ni de su gracia ni que la amo. No quiero saber nada de ella. Quiero olvidarla completamente.
—¿La consideras una falsa mujer? – me preguntó
—Ella pudo haber terminado con mis sueños antes que estos empezaran a crecer. Cuando yo le dije que la quería, bastaba que me hubiera dicho, que amaba al otro, para que yo no insistiera. La culpa es en parte mía porque no me di cuenta que sus trabajos estaban dedicados. Eso lo descubrí ahora y me duele tanto el alma...
—¡Te ayudaré a olvidarla! – me dijo –Pero debes ayudarte tú mismo. No leas nada de ella, no la nombres, no contestes sus llamados del Chat, ni consideres ser solamente su amigo. ¡Basta! No espíes ni aunque te mueras por hacerlo, sus escritos. Esa es la parte que te corresponde a ti. La mía que solo será un complemento de la tuya, consistirá en oraciones a la Pachamama para que a este hijo de esta tierra le sucedan de ahora en más, cosas buenas. Vuelve tranquilo, que gran parte de tu carga ha quedado aquí.
Regresa mirando al cielo, mirando los paisajes de esta tierra sagrada y no rumiando pensamientos funestos.

Mientras bajaba del Cerro Negro, observé que no todo era
tierra reseca o barriales en el camino. Habían pequeños
matorrales con flores minúsculas de belleza incomparable.
El Cerro Negro no era tal, sino que era de hermosos colores minerales y el cielo, tan azul y diáfano sin una nube que lo empañara. En las chozas de la aldea me dieron mi caballo pero preferí hacer un gran trecho caminando. No me atrevía a pensar, por temor a que “ella” estuviera ahí, acechándome para capturarme.
Solo pensaba en lo aliviado que me sentía. Tenía el alma por el momento en libertad. ¿Hubiera sido lo mismo si hubiera ido al psicólogo?. No, de ninguna manera. Un analista no tiene soluciones mágicas y yo necesitaba la ayuda de algo superior, ya sea la Pachamama o algo como quiera que se llame y que esta señora sabe como comunicarse con ello.
Seguí bajando. En la hondonada se divisaban las
harapientas luces de Tambopampa. Llegué casi al
anochecer. Devolví el caballo y pagué lo convenido.
A la invitación de quedarme a dormir, para al día siguiente,
seguir viaje en el camión, temprano, preferí no aceptar.
Tenía miedo de dormir esa noche. Tenía miedo de soñarla,
como lo hacía tan a menudo.
Emprendí viaje, caminando a Yanahuanca, para desde allí ir a Lima. Me agoté caminando toda la noche y cuando al
amanecer me levantó el camión, lleno de trabajadores rumbo a las minas, sentí envidia de sus vidas.
- Ojalá la olvide y solo me quede el recuerdo de algún mal
sueño.

Texto agregado el 13-10-2015, y leído por 205 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
14-10-2015 Un agrado encontrarte, amigo. He pasado a tus otras historias y me deleitado leyendo varias. Eres un excelente narrador. Mis respetos amigo. Pato-Guacalas
14-10-2015 Que bien colocadas están las palabras y que bien se deslizan sobre el texto. Impresionante. Me gusto mucho. 5* dfabro
13-10-2015 Maravilloso relato que se siente tan real! En suma, me encantó!!! Un abrazote, mi querido!!! MujerDiosa
13-10-2015 1. El contenido se siente tan real que conmueve y convence. No sé amigo, pero creo que al personaje de tu historia lo tomaron para la “chacota” que no sé qué es, no obstante, suena terrible. SOFIAMA
13-10-2015 2. Conociéndote de tantos años, y sabiendo de tu creatividad e inventiva, estoy casi segura que es pura imaginación de la buena, de la que te destaca. Es un relato excelente, bien contado y muy, pero muy actual y humano. Un abrazo eterno, mí siempre querido Zummcito. SOFIAMA
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