"Cuando me despedí de tu Costa, olvidé cerrar la ventana por la que se ve el mar" (Carmen Mantilla)
Santiago, de noche, es una calzada vacía de Pedro de Valdivia enmarcada por un arco verde que agita sus manos. No hay almas que deambulen con euforia, ni tantas máquinas desorbitadas en un abrumadora marcha militar.
Para mí, caminar por Santiago, de noche, en primavera, es como caminar con tu sombra...
Aquí, tu espectro y yo, somos un nosotros inconcluso...
Somos amigos, extraños, presente, pasado, un pacto que se arrincona a una pared, en una angosta calle oscura, con lujuria, con pasión.
...
Y juntos, cuando se nos antoja, deambulamos por esta ciudad y hablamos de ti, te imaginamos allí; caminata sin rumbo, con una mano en el bolsillo de tus jeans y la otra llevando un cigarrillo a tu boca... Yo, en secreto, aprieto tu nombre incrustado entre mis labios, imaginando tu mirada perdida en algún "hubiera" cuando nos extrañas...
Aquí tu sombra huele a abril y huele a mi, huele a sexo, a agua de yekipé, huele a sur...
Y sí, también huele a todos tus pretextos.
Es octubre... 10 de octubre; y desde el ventanal del living, mientras tu espectro dormita, miro el cielo implorándole a Orión reencontrarte en su abrazo; reencontrarme en el ojo del cisne con esa antigua mirada que me traspasa; para no extrañarte...
Sobre la mesa del comedor, el emperador ya no me dice nada.
Aún no tengo el valor para desanudarme de los dedos de tu sombra, por eso considera mis silencios un regalo.
...
Estoy sujetando, con fuerza, mis pies; me impido salir corriendo y decirte...
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