ODIO
Se ha dicho hasta la saciedad que el odio es una emoción inútil y algunos se atreven a endilgarle adjetivos como “maligna”, “violenta”, “denigrante” y tantos otros. Sin embargo el odio tiene, por supuesto que los tiene, sus asegunes. Por principio, es parte de la condición humana, inherente al hombre como lo es el amor, ¿quién puede decir que no a odiado algo o a alguien al menos una vez? Después de todo “Como se lleva un lunar, todos podemos una manchar llevar, pues quien muere limpio no ha sido humano…” (1) dice la canción y lo suscribo.
El odio, como el amor debe ser genuino, porque cuando el que odia es vocinglero y bravucón, entonces no es sino un pendejo, un espanta babosos. El odio se debe acallar, rumiarse en las entrañas, ser silente y discreto ante los demás, pero en nuestro interior debe ser como un ruido de tambores y trompetas para recordarnos a quien odiamos.
Quien odia debe regocijarse cuando trama su desahogo, éste debe ser sereno y dosificado en su aplicación, para qué engullirse todo el manjar de la venganza si se puede degustar de a poco. El odio no admite el perdón ni compagina con la piedad, jamás debe ser benevolente ni desmemoriado, porque el odiar no calza con la redención puesto que al odiar se ha cometido falta grave según los demás. Debe ser el odio como algunos medicamentos “de acción prolongada y sin fecha de caducidad”.
Ah, y aunque pareciera esta una apreciación subjetiva, de pragmatismo doloso, créanme que no es así, pues en los tiempos aciagos de globalización que corren, el odio ha trascendido de lo meramente personal hasta convertirse en verdaderos estereotipos, como homofobia, antisemitismo, misoginia, racismo, odio a los españoles (Latinoamerica), odio a los inmigrantes y hasta el odio a quienes odian, burda visión reflectiva que desdeñamos reconocer.
Léase este texto entonces sin que germine ni se acreciente el odio hacia quien lo ha escrito, no ha sido la intención desarrollar una apología al odio, simplemente es un ejercicio donde se dice lo que muchos callan, sus razones deben tener, no los odiaré por eso, mis pocos odios están bien focalizados, finalmente cada quien habla o escribe de lo que le dé su regalada gana.
(1) Canción “Como se lleva un lunar” Letra y música de Álvaro Carrillo.
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