Camino desnudo, el sol hace que la piel se reseque con facilidad, las amarillentas arenas mantienen mis pies agrietados y sangrantes; El dolor que se desprende de ellos ya no me importa, las yagas ya forman parte de lo que soy. Tres grandes seres alados giran a un par de kilómetros sobre mi cabeza, las demoniacas criaturas gorgotean algún tipo de carcajada al batir de sus apestosas extremidades. No deseo mirarlas, la inmunda oscuridad que baja consecuencia al rápido aleteo es putrefacta. Me he detenido algunas veces a escucharlas, juraría que entre sus cavernosos graznidos puedo percibir mi nombre.
_ Ninguna nube de mierda_. Pienso en voz alta, cuando pareciera que el desolador desierto terminará acabando con lo que queda de mí.
Miles de calaveras blanqueadas por la seca brisa, pavimenta lo que pareciera un sendero fuera de este infernal sitio.
A lo lejos puedo apreciar el océano. Lo único que vale la pena desde que comencé este viaje, lo único que deseo ver; lo que buscaba; Por lo que vine.
Se balancea pacíficamente, pareciera que baila al compás del romper de las olas, sus brazos enmohecidos y ulcerados forman un solo ente con los largos remos que se hunden con facilidad en las tranquilas aguas. La negra madera de su bote se mantiene sucia, carcomida y envejecida por los cientos de viajes que diariamente debe realizar, en busca de promesas olvidadas.
Pequeños y dorados caracoles adheridos en la parte frontal impiden ver el color original del mismo, la sombra pinta de tristeza cada sentimiento que se arriesga a subir.
No se ha percatado de mi llegada. Viste una túnica incolora que prácticamente cubre la mayor parte de su cuerpo, sólo puedo observar los encallecidos brazos y unas huesudas piernas arrasadas por las mas descarnadas varices. Albos mechones caen desordenadamente por una cadavérica nuca, y algo canta entre dientes, usa el lenguaje de las pesadillas, algo que no logro entender.
_¿Eres Ghortorot, el navegante buscador de almas?_ Le grito desde la orilla. Lentamente gira sobre si mismo, No puedo entenderlo, sus ojos están cubiertos por una especie de venda, más puedo sentir hasta mis huesos el candor de su furiosa y fría mirada. Le falta trozos de la quijada y unos gordos gusanos devoran parte de la carne de su inexpresivo rostro.
_¿Quién eres tu, y que haces acá? La voz lúgubre despedaza mi cerebro, instintivamente mis manos cubren los oídos. Me observa por unos minutos que parecieran lapsos eternos, toma y lee un grasoso pedazo de papel que poseía aferrado a un oxidado clavo y dándome la espalda comienza a bogar rítmicamente, no importándole dejarme abandonado en la orilla.
_ Vuelve de donde viniste pedazo de imbécil._ Le escucho decir entre lo que pareciera una carcajada.
_ ¿No me vas a ayudar?, puedo darte lo que me pidas_ Le grito fuertemente a medida que se aleja.
_ No perdiste tu alma, la entregaste, regalándola en forma desinteresada, estos sitios no te pertenecen. Vuelve a tu cueva maldito bastardo, no lo sabes, más la luz que hay en tus ojos me hieren._Dice antes de desaparecer en medio de una terrible tormenta que extrañamente sólo explota alrededor de la barcaza desapareciendo entre la bruma que baja de una relampagueante y oscura nube.
Me quedo solo, en medio de la nada por algunos minutos, tratando de encontrar la respuesta a lo que el navegante me dijo. Corro desesperado al mar, en busca de un lugar donde poder ver lo que Ghortorot vio; caigo fuertemente de rodillas en el calmado océano. La sal salpica mi rostro al buscar mi mirada en el reflejo de las aguas, y mi sorpresa es mayuscula cuando sólo logro verte en ellos, como un perfume desprendiendose de mis retinas.
Mientras mas lejos deseo verte de mi lado; mas cerca te tengo en mi mirada, en los espejos de mi alma. Lo sé pues sólo distingo en ellos la frase “te amo”.