La distancia me dice la coherencia. ¿Cuánto nos separa? No lo puedo saber, carezco de un sistema métrico para el destiempo, para las expectativas, para los temores, para los aciertos, para tus necesidades.
¿Qué me separa de ti? La trayectoria. Miro mis pies y han transitado tantas rutas y en ellas no te vi. Nuestra conexión fluye en otro tipo de ambiente y yo estoy con las antenas sin la sintonía que requieren estas cosas.
La versión más salvaje de mi ser se atreve a darte pista. A mi modo de ver parece que requieres de señales más salientes y univocas. Se suma a esto, otro elemento más para nuestra distancia. Cuando parece que corro al encuentro, te movilizas en una bici que no lleva frenos, cuando aquietas esa dinámica, recuerdas a los que te rodeamos en este tiempo, exiges desmesurado un faro de referencia. Y ahí estoy ya sin correr, pero en otro tiempo anhelando otras certezas. Y se produce un quiebre en el sistema.
Debo recoger lo que tengo, reacomodar las estructuras y preparar nuevamente el oído para tu discurso. Esa verborragia que una vez me rebajó, que me apartó, que me distrajo, que me cuestionó, que me preguntó, que buscó apoyo, que se silenció, que se desvaneció y que retoma fuerzas ahora que la mugre puede entrar holgadamente a tus entrañas.
La vía telefónica es escueta, pobre, superada. La vía presencial es tu espera, tu paciencia, tu escucha, tu admiración, tu búsqueda de aprobación. Y yo sonrío sin sonreir, preguntándome ¿cómo se acaba esto que no pretende comenzar? Y pienso más profundamente, ¿quiénes quieren que comience, qué puede implicar que comience y qué si no comienza?
En el plano de las fantasías esto no requiere solución certera, puede ser y no ser, puede emerger y zambullirse, puede tener un sentido u otro, avanzar o retroceder; en última instancia depende de la pulsión –diría Freud-, de los involucrados y de lo que el torrente sanguíneo disponga.
Desidia, eso es lo que almuerzo hoy. No es tu responsabilidad, es la mía. Te dije que no tardarías mucho en encontrar ese reparo que reclamas, porque después de todo es lo que estas pidiendo a gritos. Qué pena estoy disfónica y no puedas escuchar lo que pretendo compartir. Lo dije antes, es mi trayectoria que huye solo de saber que la distancia no es tal. Y sabes, no quiero que te des con este fracaso.
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