*REFLEXIONES.
El espíritu necesita cosas del espíritu. La vaciedad en el hombre, es una necedad existencial que nunca es satisfecha. El hombre nunca logrará alcanzar a plenitud, por mucho que lo intente, satisfacer la ansiedad que siente, busca con afán y no puede tocar. Al final cae derrotado a los pies de la idea que lo tortura y atosiga, convirtiéndolo en un amasijo.
Confunde la naturaleza, al creer que ella es la satisfacción plena que escruta al brindarle todo; alimentos, la belleza que encierra, sus leyes inmutables, las ocurrencias y estructuración de sus manifestaciones, el aire que se respira, la lluvia, el sol vivificante que añora y maldice a la vez, la nieve, las aguas, un ave que vuela, una hoja que cae, el brote de una flor en primavera, las estaciones cambiantes, con sus efectos alteradores de las costumbres que, hacen adoptar actitudes manifiestas en el hombre para la preservación de las especies, animal y vegetal.
La mujer descontrola el ritmo de su vida. Ella es la que más se le acerca a lo que siente para lograr alcanzar la satisfacción plena que busca y anhela. A veces, cree que es un ser sublime inalcanzable al confundirla con Dios o una Diosa, si le brinda una caricia, la maldice si se la niega, cuando más añora su presencia.
Al compararla con otras especies similares, la adorna y dimensiona de tal manera, que sólo su relación ha de hacerse con seres creados solamente para ser cuidado y venerado igual a una flor que necesita protección, mimo y delicadeza.
-¡Desgraciado! el hombre que deseó una mujer y buscó en ella dar satisfacción plena a las inquietudes y necesidades infinitas que se agolpaban dentro él, al desearla y no poder lograr ni tan solo arrancarle una mirada que sirviera para reconfortar su alma desgraciada, acelerando sin piedad su pulso y los latidos desenfrenados de su corazón malogrado.
El mortal que más se parece a Dios ¬ es el poeta – En su afán denodado al sentir su espíritu vacío, hace uso de las palabras y la convierte en tropos engalanados de metáforas que, eleva su espíritu al transportarlo a lo más alto, donde convive con la maravilla que crea en él, una sensación sublimar de catarsis espiritual que lo cautiva y le da satisfacción momentánea a su alma.
Esta sensación lo hace un ser estereotipado, capaz de describir y pintar con palabras las cosas nimias y relevantes del espíritu que, lo transportan y lo hacen viajar por espacios remotos, donde aturdido por el fervor de la consonancia de los sonidos de las palabras, sus ideas saltan al vació hecha realidad, entusiasmándolo, al crear con ellas, imágenes que lo atosigan, cortándole la respiración y la vida.
En su viaje de placer, dicha y satisfacción por ése mundo atestado de fantasmas que, él sabe evitar para no ser atrapado por ellos, va y viene. Las metáforas son sus mejores aliadas. Los vuelos para encontrarlas, resulta la maravilla que cada poeta quisiera dominar, doblegándolas para hacer con ellas un maridaje indestructible, capaz de convertirse en esencia, solamente a disposición de él.
Por esto, el poeta vive al asecho para pescarlas. Cuando lo hace, siente en ese momento, el deseo, el bienestar y la satisfacción más sublime, dulce y agradable, jamás experimentado por algún humano, para luego volver a sentir el mismo vacío que lo obliga a mantenerse en una constante búsqueda que nunca termina.
De aquí que, la salida y puesta del sol, la llegada de la primavera, un ave que vuela, el nacimiento de la aurora, una flor en embrión, la nieve al ser besada por el sol, el vuelo de las mariposas, el canto de las golondrinas, el croar de los sapos, una mujer danzando desnuda bañándose en la lluvia, son hechos irrelevantes para cualquiera. Para el poeta, cada uno de ellos, es un acontecimiento que lo maravilla, obligándolo, en vez de trastornarlo, a crear ideas para reverenciar y glorificarlo, por el solo hecho de haber ocurrido, describiéndolos con sus bellas palabras, lo que hace su vida insignificante, convirtiéndolo en un ser trascendental al acercarse cada vez más a Dios y vivir una vida a plenitud, de satisfacción de su ego; de manera momentánea.
JOSE NICANOR DE LA ROSA.
*De mi libro inédito: APRENDIENDO A FILOSOFAR.
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