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BENDITO ADAGIO PARTE XVI

Aquella primera cita, desencadenó un ¡hermoso romance!, Augusto frecuentaba y endulzaba mi vida. Jorge, ya no preguntaba si yo estaba enamorada, ¡era tan obvio!

Él me llamó esa tarde; habíamos planeado una cita, pero se disculpó pues no llegaría a la ciudad; así que partí con Javier en nuestra hora habitual de salida, Javier aprovechó y me interrogó, quería conocer detalles de nuestro romance.

¿Cómo negarle información a Javier? Si él había sido el celestino que alimentaba todas las ilusiones para que naciera en mí el “Amor”

-Me siento desplazado – me dijo, me abracé a él, con todo el cariño que ambos nos teníamos.

-Pero también me siento feliz-concluyó.

-Feliz estoy Yo Javier y todo gracias a ti, respondí.

Cuando me hablaste sobre la generosidad del destino, el volver a reencontrarme o no con Tadeo y que si tendría el valor de tomar el pasado, el presente, o mirar un futuro. Javier del pasado no sé, hasta que el destino me muestre, ¡hoy! tengo un bello presente, y por el no me atrevo a siquiera mirar el futuro.

Y como dice el bendito adagio, Yo no voy a volver por el pasado y perder bellos momentos que mis pasos están encaminando.

Entre otros temas, tocamos el tema de Bernardo.
Tenías mucha razón Andrea, “oso” me pide inclusión quiere participar de mis reuniones familiares, ya que a las de él asisto abiertamente.

-Javier, Luisa al igual que tu papá son unos amores y no creo tengan reparos en aceptar a Bernardo - lo sé Andrea, pero aún no me siento con toda la confianza para hacerlo.

-Andrea cuando lo haga, ¿tú nos acompañarías?

-Javier- no necesitas preguntar ¡Sí! Te acompaño a donde tú me pidas.

-Sonreímos, ahora cuéntame ¿cómo vas con Augusto?

-¡Augusto, mi presente! Que te puedo decir mi amigo del alma, Yo estoy ¡feliz!

Tú sabes todo el tiempo que habitó en mi corazón y en mi mente un nombre, uno que el tiempo me permitió deleitar a distancia. Pensé que solo él recuerdo de él me mantenía viva, esa hipótesis ha sido desterrada con la llegada y presencia de Augusto.

Ahora sé que el amor suspendido que se sostiene aún en la distancia, también tiene fecha de caducidad.

No se hicieron esperar los suspiros entre Javier y Yo, nos despedimos, bajé de su auto, directo a un jugueteo nocturno, entre halagos y alaridos de mis narices frías, después de refrescar mi cansado cuerpo, alisté una taza de manzanilla dispuesta a descansar.

Timbró el móvil, miré la pantalla ¡Augusto!
-¡Aló!
-Estoy a punto de tocar tu puerta.

No sé, dónde habría quedado el celular después que lo lancé y corrí con la emoción y el desenfreno del amor; en el mismo instante que nos miramos, nos abrazamos tan fuerte, que solo un tierno beso nos dio distancia.

No hubo necesidad de invitación, cuando se abrió la puerta, también se abrieron todas las posibilidades de perdernos en la complicidad del amor y la seducción. La noche consumió nuestras sombras y la luna nos otorgó su encanto.

Las paredes grabaron, cada susurro, cada esbozo, cada palabra dicha y cada palabra expresada.

La noche fue espectadora, de besos tiernos y besos salvajes, de caricias suaves y toques indecentes, el aire saboreo cada gota de miel que desprendía la pasión, nos fundimos como fraguas piel con piel.

¡Nunca había libado un licor más dulce! Que, el que bebió mis labios y cada poro de piel.

Aún no eran las seis de la mañana y un trino suave despertó mis párpados era ¡su voz!

Apenas destelló la claridad en mis pupilas pude ver su rostro, hermoso y sonriente al alba, despertar muy temprano, ¡No me incomodaba!, parecía que había dormido una eternidad en sus brazos; dos, tres, o solo una, que más daba contar las horas, si caímos en la profundidad más hermosa de un sueño real.

-Anoche, he conocido la armonía - le dije.

-Él sonrió, abrazando más que mi alma; las sábanas resbalaron cual seda sobre nuestras pieles y el silencio del alba murmulló nuestro cortejo.

-“Augusto”

Le susurraba al oído- él, susurraba mi nombre.
No éramos pieles, éramos almas seducidas.
Miradas que se hacían cómplices de un furtivo encuentro.
Manos que se empalmaban.
Y silencios que hablaban.

El rito nocturno que nos había elevado al paraíso; en ese instante se hacía diurno y nuestros cuerpos estaban listos al dulce sacrificio; un beso nos embriagaba y nuestros reflejos dilataban nuestras pupilas.

No hubo espacio que no fuera tocado, ni delineado, Yo era de él y él era mío.

Ese momento para mí, no existió pasado, no existió futuro, solo la hermosa aventura, de navegar libre en su manso océano.

Encontré en Augusto el cielo, las estrellas, el aire, el invierno, la luna y todo lo que a mí, hasta ese entonces me gustaba.

Javier nunca se equivocó al decir que su primo “era todo un caballero”

Después de un tierno conversar, infinitos besos dulces y tibias caricias, Yo, tenía que partir al trabajo, así que mientras me daba una ducha y quedaba lista; Augusto preparó el desayuno, fue una gran sorpresa saborear un café con un nuevo sabor, quizá el momento lo ameritaba así que lo acepté un poco dulce de lo usual.

En la puerta del trabajo me volvió a seducir con el beso apasionado que me entregó hasta nuestra próxima cita.

Jorge ya no preguntó, solo me sonrió y Yo, con un poco de rubor, también a él.

Augusto llegaba con poca frecuencia a la ciudad, por implementos y otras provisiones, desde aquella noche que nos miramos en la rivera, sus visitas eran más frecuentes ¡pero! desde aquella noche que seducimos nuestras pieles, cronológicamente le abría la puerta para ver en sus ojos el alba.

Retiré el retrato que me acompañó por muchos años, guardé la fotografía en la cajita de mis recuerdos, ya no coloqué una imagen nueva, dejé vació el espacio, pues de Augusto tenía toda su presencia.

A veces me sorprendía a afueras del trabajo, a veces dejaba que le sugiera nuevamente el sabor marino y después de embriagarnos con nuestros besos nos perdíamos en la oscuridad de la arena.

Augusto y Yo, éramos dos cuerpos libres, descubriendo y enseñando lo conocido y por conocer, éramos cómplices nocturnos y cómplices diurnos, lejos estaba de hacerse costumbre nuestros momentos, todo era distinto, desde un jugueteo, hasta ser mi profesor de baile, me enseñó a mover las caderas y seducirle con un pañuelo, a ser coqueta y a cepillar el suelo, me enseñó el cortejo con salero y en media luna alzar nuestros pañuelos mientras él me caía con un beso.

Pasamos de horas a días, de días a semanas y de semanas ya se consolidaban meses de vivir nuestro romance; Javier y Yo nos veíamos a diario en la oficina, era viernes Esther viajaría, nos dejó el fin de semana libre, Augusto llamó a decir que no vendría pues ya había coordinado con Javier que a la mañana llegaríamos, me enteré en ese momento, así que acepté de inmediato.

A la mañana fue extraño despertar sin su mirada, cuando llegó Javier ya estaba lista para partir, había coordinado con Linda y entregado la copia de las llaves para que cuidara a mis narices frías; me ubiqué atrás y me relajé todo el camino hasta que oí el freno.

Antes de descender, Javier miró a su derecha con un coqueto sonreír le echó un guiño a Bernardo. Yo descendí del carro y corrí a los brazos de Augusto, quien me esperaba, se acercó antes que cualquiera, me tomó de la mano y caminamos. Ya sabían de nuestro romance, pero el vernos juntos era una gran sorpresa.

No voy a contar la cara que puso el tío pedro, ni del fuerte abrazo que me dio, hasta ahora lo siento ¡tan fuerte!

Pero si voy a contar de la felicidad que bordaba Javier al ver que sus padres recibían con mucha atención y mucho cariño a Bernardo.

Javier y Yo cada uno disfrutando del Amor libre y al parecer eterno

Continúa….

Krisna

Texto agregado el 08-10-2015, y leído por 140 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
13-10-2015 Sin comentarios, solo quiero leer el final... gsap
08-10-2015 !Muy buena narración! Saludos. NINI
 
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