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Inicio / Cuenteros Locales / Koke_Vejete_2001_2016 / Cuatro meses (Escrito 07/08/2014)

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Las siete personas se mueven rápidamente en forma sincronizada, es como si bailaran un triste vals; van y vienen transitando sin entorpecerse entre si. Danzan un lúgubre rito necrótico y sus opacas miradas se encuentran constantemente, como si estuvieran al tanto que todos sus conocimientos en medicina serán inabordables frente a un final lamentablemente esperado.
Máquinas resucitadoras, balones de oxigeno y jeringas cargadas con líquidos de impronunciables nombres llenan la ya agotada y desconsolada estancia. Se une a la marcha un desfile de sombras oscuras, sigilosamente se asientan bajo el lindel de la puerta que da acceso a la pequeña habitación. Ellas se comunican con el lenguaje del desconsuelo, las lágrimas de los familiares pintan de color dolor las grises paredes.
La cena ha llegado tarde y la bandeja yace olvidada en mis piernas, sobre las blancas sábanas del hospital; los espaguetis con un trozo de carne se enfrían, los he dejado de lado frente al escenario que inesperadamente abre sus cortinas frente a mis ojos.
Desearía poder cerrar las persianas, no ser un espectador más, llamar a la enfermera y desconectar mi presencia del trágico destino que se cierne sobre todos, pero todo el personal a esa hora de la noche se encuentra tratando de salvar la vida.
_¡Vamos, no te mueras, vamos huevón tu puedes!_ Pienso con fuerzas, solidarizando y tratando de que mis palabras lleguen a la ya casi apagada conciencia de la persona que ni siquiera conozco. Llegó en horas de la tarde complicado por una difícil intervención quirúrgica, según supiera al día siguiente.
Después de la hora mas larga de mi vida; dejan el masaje cardiaco, dejan las múltiples inyecciones en el corazón, dejan las descargas eléctricas. Los galenos y enfermeros se mantienen unos segundos frente al cuerpo en signo de luto, cubriéndolo totalmente con un lienzo mortuorio, se retiran en silencio, dejando a los familiares junto al inerte cuerpo. El sigilo es roto solo por los sollozos, lamentos que buscan en abrazos el consuelo que no llegará.
Esa noche no pude conciliar el sueño, era un descanso que necesitaba pues los ejercicios motoros ya habían iniciado desde hace ya hace unos días. A pesar que el dolor era muchas veces insoportable me paraba y caminaba por el amplio salón. Servicio de atención media, recitaba un luminoso letrero.
Los casi noventa días en el hospital habían dejado muchas cicatrices, no solamente en mi cuerpo si no también comenzaba a mermar mi alma, ya casi no tenia la capacidad de viajar fuera de ese lugar con el pensamiento. Pasaba horas mirando la imagen de la palmera que proyectaba su figura desde la ventana que quedaba detrás de mi lecho hacia la puerta de vidrio frente mío. Es extraño, pero cuando finalmente salí no pude encontrar su forma física entre la innumerable vegetación del lugar. Aun creo que era una ilusión, un fantasma de los miles que vagaban sin rumbo por el lugar.
Los familiares del occiso se mantuvieron unas dos horas más, hasta que retiraron el cuerpo de la sala, ellos lo escoltarían hasta perderse por las oscuras puertas de salida. Recuerdo que esa fría noche el lúgubre silencio me visitó, trayendo con él las imágenes de la fiebre y los paños mojados que recubrían mi ser, recuerdo la enfermera susurrándole al doctor que si no bajaba la temperatura era de bien meterme a la ducha fría buscando controlar la rebelde temperatura.
_ ¿Eres cristiano?_ la dulce voz es un bálsamo que embriaga mis oídos. Trato de abrir los ojos, de enderezarme un poco para saber de donde proviene, más el dolor me lo prohíbe.
_ ¿Si soy religioso?_ respondo aun con los ojos cerrados. _ Con que creas en dios basta para que sanes, ¿Te gustaría que hiciera una oración para que mejores?_ La voz me hace sentir extraño, como si tuviera un efecto narcótico, el dolor, es el dolor que se aleja con cada palabra y dormito placidamente frente a una oración que se eleva junto a mi espíritu.
_ ¿Usted quién es y que hace acá a esta hora, no sabe lo tarde que es, quién la autorizo a ingresar? _ el acento cubano llena la habitación, es el doctor que vino de la isla, cuyo nombre nunca pude retener. Al abrir los ojos puedo percibir el escape de una pequeña figura que se aleja en pos de la puerta de salida. Nos miramos extrañados con el galeno, sé que él, así como yo sabíamos que era lo que habíamos presenciado, aun cuando ambos al día siguiente buscáramos una explicación lógica, (típico en mí).
Nuevamente entierran sus agujas sobre mi verde y amarillento brazo, tonalidades que ha tomado por las constantes inyecciones; demoran en encontrar la vena, y remueve la aguja de un lado para otro con frenesí, como si mi piel fuera un trozo de harapo.
Las pinzas armadas con gasa y goteante suero recorren mi herida estomacal, se pasea fuertemente por las grapas que cierran la cicatriz, me duele pero a esta altura dejó de importarme, ya no me interesa, el dolor es solo una extensión del tormento. Ya no me quedan lágrimas, todas ellas las use en las interminables noches de insomnio, sesiones de remedios entrando por una docena de tubos conectados a mi hombro y tiempo después a mi yugular, las lágrimas se alejaron de mi a través de medía docena de conductos que salían de varios rincones de mi estomago emanando negras y fétidas sustancias para mi desconocidas. Sesiones que finiquitaban con largos cuadros de vómitos.
Mi alma opacada por el cruel destino que se presentó en mi camino de forma más inesperada, un oscuro designio opacando un tiempo indefinido. Poco a poco siento que las cosas dejan de pertenecerme, como si todo se alejara de mi lado dejando solo la incertidumbre de estar vivo en un limbo, sin rumbo, sin identidad, como si mi vida se obstruyera en un torbellino de preguntas sin respuesta, dejando solo un interminable y desolador dolor que ahoga la felicidad de estar con vida, dolor que terminó carcomiendo mi espíritu; cruzando desnudo una tierra de nadie, infierno eterno y desconocido.
_ No te preocupes, es normal que se presenten cuadros graves de depresión y ansiedad frente al estrés de estar demasiado tiempo en el hospital, además recuerda que no deberías estar con vida, afortunadamente tu cuerpo resistió no una, si no dos veces la enfermedad. Se te ha dado una nueva oportunidad de comenzar de nuevo. Generalmente uno no sabe como retomar toda una vida después que comienzas a verla de una forma distinta, ahora deberás aprender a vivir de nuevo, lo difícil será “desaprender” todo lo que creías real, para darte cuenta que todo lo que imaginabas “importante” deja de serlo y lo “insignificante” toma la importancia que siempre debió tener_ Filosofa y recita la enfermera que inyecta delicadamente el calcio para evitar los mareos y los vómitos._ Mañana voy a juntar el calcio y las vitaminas, así evitamos las nauseas_ repite mirando las siete bolsas plásticas que a través de la misma cantidad de máquinas inyectan líquidos dentro de mi cuerpo. Trato de dibujar una sonrisa en mi rostro, poder agradecer todo lo que han hecho por mí.
Los primeros días me son nebulosos, difíciles de recordar, no puedo traer desde aquel trozo de mi pasado esos cuadros; memorar cuando me sentí mal. Estaba en casa y sentarme en el automóvil es lo último que logro recordar. Ni siquiera puedo visualizar ese fin de semana. Lo final que concibo es Paola en el volante, en sus ojos pude ver la preocupación. Le debo la vida, ella lo sabe pero mal acostumbro a no repetirlo ni agradecerlo todas las veces necesarias. Me hubiera gustado poder transmitir toda la gratitud en forma más plena, pero siempre me ha costado una inmensidad tratar con los sentimientos. Paola haciéndose tiempo para estar allí a los pies de la cama dándome ánimos, dejando de lado por unas pocas horas el trabajo que consume su vida. Creo que lo que más he extrañado es la capacidad que tenemos de hacer todas las cosas juntos, la complicidad que se ha creado de ver a dos vidas completamente distinta descubrir lo semejantes que podemos llegar a ser sin dejar de ser disparejos. Creo que esa es la esencia de un amor real, encontrarse en las desigualdades de los caminos. Desde que vivo con ella siempre hemos hecho de alguna manera todas las cosas de la mano Ella me devuelve la vida después de ese tiempo que marcará lo que soy eternamente. Sufre en carne propia mis pesares y mal sabores, es mucho más fuerte que yo, logrará superarlos en un menor tiempo.
Paola, amante, amiga, pareja. Las palabras de retribución son demasiado pobres frente a lo que hiciste, a lo que sufriste, a los oscuros días y largas noches de insomnio. Pesares que llegaron a convivir en tu mundo; alejando las alegrías. Desearía que de mis labios brotaran con facilidad palabras hambrientas de ti, encontrar la fórmula que pueda obsequiar un manojo de felicidad plena, obsequiarte fe en nuestro destino. Método en donde poder descubrir perdurables sonrisas que florezcan en tu mirada. Decir con el lenguaje de las contemplaciones que te amo más de lo que puedas llegar a imaginar, aun cuando muchas veces pareciera lo contrario, son mis malos hábitos y viejas costumbres que se niegan a la inevitable retirada. Soy incapaz de mentirte, mira el océano profundo de mi mirada; ella arde de pasión solo por ti hasta el fin de los tiempos.
Desde que ingresara al centro medico soy visitado por mi vieja. Viste una figura pequeña y delgadísima, con una característica que la hace inconfundible entre las demás personas, su albo y ordenado cabello; signos de que aun conserva una pizca de vanidad femenina. Mujer muy inteligente (mi amor por las letras proviene de ella), generosa, confiable, y un humor que hace la delicia de quienes tienen la oportunidad de conocerla, ama la poesía, la pintura, la opera y la música clásica. Pero lo que más la caracteriza es un vigor que impresiona. Ella llega todos los días tratando de mantenerme alejado de la enfermedad así como de los largos y dolorosos tratamientos, platicándome de hechos cotidianos, haciéndome parte de sus anécdotas, de como ha cambiado su vida desde que salió de sus quehaceres periódicos, trayéndome recuerdos de cuando era pequeño, travesuras que mi memoria ya no recuerdan. Lleva cerca de cuatro meses alejada de su hogar y sé que lo extraña, más nada de lo que pueda decir lograra que comience su retorno, sufre cada uno de los síntomas conmigo, y se alegra con cada pequeño triunfo que logro en pos de la mejoría. La escucho dar palabras de consuelo y aliento a Paola cuando ella cae al ver como hay días que la desesperanza se cobija en mi mirada. Ambos, Paola y yo le estaremos agradecidos hasta el fin de nuestros días.
Dos intervenciones quirúrgicas, más una endoscopía no logran los resultados esperados y siete doctores parados a los pies del lecho que ha sido mi hogar por tres meses discuten cuales son los pasos mas adecuados a seguir. Algunos opinan que mandarme a otro hospital a más de mil ochocientos kilómetros es lo más apropiado, son pocos los doctores especialistas en la dolencia que carcome mi cuerpo, pero el traslado, la búsqueda de camas y el sustento está muy limitado. Finalmente se decide una nueva operación a cargo de un joven galeno con experiencia en tejidos pancreáticos necróticos.
Esta será la última noche que no lograré conciliar el sueño, pero obviamente no lo sé. Paso las horas viendo como implantan plasma por mis venas, cinco bolsas del helado y espeso líquido se mezclan con mi sangre, todo el ingrato y molesto proceso termina cuando la habitación es inundada por la luz del nuevo día.
La sala de cirugía es parecida a la de las películas pienso cuando la morfina me es administrada, mucho mas iluminada de lo que uno puedo llegar a pensar, muchos focos de variadas formas y tamaños dan luminosidad que baña cada recodo. También veo mucho personal, cerca de cinco enfermeros y dos médicos en la espaciosa sala, cuento también cerca de cuatro pantallas planas, cada una debe tener más de treinta y cinco pulgadas. Se respira y se puede observar una minuciosa pulcritud en la limpieza que sería la envidia de Paola. Observo máquinas de los más variadas dimensiones, y un galante y nutrido instrumental terminan mi mental inventario.
_ Todo va a salir muy bien, no te preocupes_ Me dice el enfermero que pone sobre mi nariz cubriendo parte de mi rostro la anestesia, tiene un desagradable y picante aroma, debería ya estar acostumbrado después de haber pasados dos veces por esta misma situación. Poco a poco los parpados comienzan a pesar y la conciencia se va nublando. Logro concebir antes de perder el conocimiento que quizás este sea mi último pensamiento, y verdaderamente deseo que viaje y se quede junto a ti.


La silla de ruedas que me transporta cruza el umbral de la puerta de salida y el frío y salino aire llena mis pulmones, cierro los ojos para disfrutar cada bocanada; Paola ha ido a buscar el automóvil para trasladarme a casa.
_¿Sabes que te considero mi amigo?_ Le digo a Cristián cuando me ayuda a subirme al carro, él junto a una docena de enfermeros no solo mantuvieron mi cuerpo con vida, si no también mi cordura. Alejándose dibuja una sonrisa en su rostro y repite que me cuide.
Paola enciende el motor y mis lágrimas se mezclan con el fresco aire que ingresa por la ventanilla del copiloto, mis lágrimas y sonrisas por estar vivo, por el grato destino de tener siempre a la gente adecuada rodeándome, a la gente adecuada amándome, espero tener la suficiente vida para retribuirle el cariño.

Texto agregado el 08-10-2015, y leído por 124 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
20-01-2016 Gracias por dejarme leer esta anécdota extraordinaria, no tendré mucho qué decir porque jamás he estado hospitalizada. No dejaré de decir que es un privilegio de saber que estás. Gracias mi vejete con un corazón tan joven. !Saludos desde Colombia, ojalá vengas por acá! marcellasant
 
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