"Maldita sea la duda y la costumbre de pensar
que no se puede amar de esta manera.
Yo vivo en la distancia pero puedo regresar
y amarte cada noche en cada estrella." (A.P)
Lucía llegó al aeropuerto una hora antes de que el vuelo LA621 arribara. Eran las 5:50 am y pensar en su nombre le acalambraba las piernas.
Más de seis vueltas al sol, pensaba, mientras se mordía los labios; frotando sus manos se movía de un lado a otro sobre sus tacones azules, sus jeans bailaban fascinados al ritmo de sus caderas; miraba la pantalla de información una y otra vez, con la esperanza de que todos esos años sin él no existieran.
El tiempo, los recuerdos, los gritos, los enojos, sus esperanzas truncadas en cada aeropuerto donde la casualidad nunca jugó a su favor.
Df, Lima, Buenos Aires, Santiago, siempre caminando despacio en las salas de desembarque, esperando que él caminara tras ella, esperando que un día le tocara los hombros, esperando que la golpeara su acento pronunciando su nombre.
Nunca coincidieron...
Por eso no le encontraba sentido a los abrazos, ni a las bienvenidas, porque en todo ello nunca encontró su olor, su risa.
La vida en seis años se transforma y año tras año lo supieron con cada equinoccio. Ese tiempo en el que quién sabe por qué ella volvía a extrañarle.
Su respiración agitada contorneaba perfecto sus pechos y es probable que a kilómetros se oyera su ritmo cardiaco.
¿Qué traería puesto? ¿Qué le diría?
Pasó noches enteras imaginando qué decirle, una vez hasta había ensayado como abofetearlo por idiota. Por haberla abandonado tanto tiempo entre otros amores, por dejarla deseándolo junto a su cuerpo desnudo tantos amaneceres. Pero estaba tan nerviosa que sólo recordaba la imagen de uno de sus textos, finalmente estaría aquí "transportado por esa ave de metal que lo traía en la panza"
Había pasado tanto... Pero al él le otorgó el derecho exclusivo de conformarla con poco, el derecho de largarse cuando le diera la gana, el derecho de amar a cualquier mujer que no fuera ella; con él aprendió que el amor no abstrae, no te coge de los huevos. Aprendió que amar era no quitar nada, era soltar.
En la pantalla de información eran 7:00 am y hacia 10 minutos que su vuelo había aterrizado.
Se sentó en las frías sillas metálicas color burdeo del pasillo de espera y buscó en su teléfono el último mensaje que le envió:
"Lú, acabo de abordar..."
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