Estaba de pie, apoyado sobre la fría madera, con una taza en mi mano derecha, ya fria. A traves de la puerta se oian los gritos desgarradores. Pero no le impresionaban. La vida a veces es tan amarga como un zumo de mandarina y naranja, y a veces nos toca a propios, y otras veces a extraños. Y cuando es a los extraños, no queria que nadie le culpara de ello.
Ella no paraba de gritar, pero su voz, cada vez mas ronca, delataba que ya sabia que nadie vendria a socorrerla. Una granja, en mitad de un campo de trigo de Massachuset, donde la voz llegaba antes a las estrellas que a un oido ajeno. Ella sabia que iba a morir.
Pero eso a ella no le preocupaba, le intimidaba más la posibilidad de morir sin conocer la alegría, sin haber tocado las nubes de la gloria. Eso era lo que mas le dolía en el fondo. ¿Que mas da? Moriria sin mas... Y sin menos, porque nunca habia apreciado nada de lo que tuvo, y ahora daria cualquier cosa por tener los objetos mas preciados a su lado.
El hombre al que oia beber tras la puerta era su futuro asesino, el hombre que habia decidido acabar con su vida. Pero... ¿quién era él?
Podría ser un psicopata, un asesino en masa, un cura pederasta, Nuria Bermudez..¿qué mas da? ¿Importaba algo?.
La puerta se abrió. Él la miro a los ojos y le dijo:
"La puta de tu madre debio inyectarse todo lo que habia en el hospital mientras tu embarazo."
"¿Durante mi embarazo?".
Ella se habia quedado, de pronto, muda, y todos sus planes de fuga, pensados para el momento en el que él abriera la puerta, se habian escapado. Por la chimenea.
Era profesora de Lenguaje desde que tenía uso de razón. Y mientras corrigió su burda expresión hablada, sonrió casi nerviosamente. Era la ironía de la vida. Esa que te cruzas con lo cotidiano. Te enciendes un cigarro en la parada del autobus cuando ya estás aburrido de esperar, y llega el muy jodido.
La vida, al fin y al cabo, se reduce a eso.
"Ya ha llegado mi autobus" - dijo desconsolada.
"¿Que me estás contando?"- respondió él.
Y entonces... el estallido. |