Mar de fora, es una playa preciosa de "costa da morte" en galicia, es una playa preciosa en especial por ser una playa virgen en un mundo de prisas. Pero aún lo que mas asombra es el ruido de las olas cuando caminas por el sendero que te acerca a la playa, y cuando aún no se ve el agua ya te anuncia su presencia con su tormenta sonora de las olas al romper en la orilla. Me gustaba sentarme en la arena con un libro y cerrar los ojos para sentir la brisa fria y el calor de un sol de invierno. Era raro ver a alguien en la playa, pero un día vi a una persona paseando por la orilla. Cuando se fue acercando a mi, pude comprobar que era un viejo con aspecto de mendigo, con sus barbas blancas descuidadas y su abrigo negro de mil batallas. Cuando estaba delante de donde yo me encontraba, se paró, se quedó mirando para el mar, abrió un poco sus piernas, clavando sus pies en la arena, y empezó a mover sus brazos. Lo primero que pensé: menudo flipado, con una pequeña sonrisa burlesca en mis labios. El viejo siguió moviendo sus brazos, como un director de orquesta. Entonces lo entendí, estaba dirigiendo las olas. Las olas empezaron a ser cada vez mas grandes. Alguna de ellas le llegaron a sus pies..., a sus rodillas, pero el no se movió y las olas seguian creciendo. Mi sonrisa se transformó en asombro cuando vi venir una ola de unos tres metros de altura y el viejo seguía sin moverse. Mi corazón latía demasiado deprisa. Cuando aquella ola estaba delante del viejo a punto de tragarlo... , se paró. Un muro de agua delante de aquel viejo. La playa entera era un muro de agua.... el silencio era total. Estaba viendo aquello y no podía reaccionar, demasiado grandioso para mi. Y así se mantuvo la ola a unos centímetros del viejo, no se, unos 20 segundos o quizás mil, para mi fue eterno. Pero el mar empezó a rugir, y la ola se desplomo sobre el viejo. Corrí hacia él. Lo busqué en la espuma del agua, con nervios, con tensión. Pero no lo vi. Busqué mi teléfono movil y llamé a urgencias. Como pude pedí ayuda, y pronto apareció un coche, con personal de rescate a los que les señalé el lugar justo. Una lancha de salvamento, un helicóptero. Pero el viejo no apareció y así dejé la playa cuando ya anochecía. Volví a la playa. Por supuesto en mi mente aquel suceso, tanto es así, que un día me acerqué al agua, clavé mis pies en la arena, y con mi mente, con mis manos intenté controlar las olas. Y las olas empezaron a crecer. Algunas me empezaron a mojar mis pies, mis rodillas. Y apareció una ola inmensa, cuatro metros de agua delante de mi, pero cerré mis ojos, me concentré con toda mis fuerzas, y cuando estaba delante de mi el mar se detuvo. Un muro de agua de cuatro metros totalmente vertical delante de mi. El silencio, la tranquilidad, el dueño del mundo. Estiré mi mano... y toqué aquel muro de agua y solo era agua. Cuando saqué mi mano, unas gotas se precipitaron al suelo, entonces mi racionalidad no entendía como caían paralelas al agua ... y el mar empezó a rugir. Me tragó. Intentaba salir del agua pero no conseguía orientarme. Me quedaba sin aire. Y otra ola me envolvió otra vez. Desorientado, sin aire, sin fuerzas, no conseguía salir. Me ahogaba. Me rendí totalmente sin fuerzas para luchar, cuando sentí que me agarraban de mi ropa en mi hombro con fuerza y decisión. Me arrastró a la arena. Y entre desfallecimiento y tosidos de agua pude alzar la vista y mirar quien era. Vi borrosamente al viejo y con su voz me dijo: "Co mar non se xoga" (con el mar no se juega). Con mis tosidos no vi como se marchó.
Sabeis, cuando ahora me baño en la paya, tumbado en plancha inchable..., noto como el mar con sus olas me mece de forma especial.