Edificaciones modernas se mezclan con rusticas moradas de madera, remozadas construcciones con un patrón a seguir, dar vida al turístico barrio universitario.
Cimentaciones que logran generosamente su cometido, embelleciendo la ruta de la gran avenida Arequipa. Un sinfín de casas de estudio atiborran la doble vía del paisaje y los bandejones centrales esconden los verdes follajes y altas palmeras entre los cientos de automóviles que con sus constantes toques de bocinas le dan sustancia a ese trozo de la capital peruana.
Caminamos entre el séquito interminable de estudiantes, es raro que a esa hora de la noche nos encontremos con tal cantidad de gente, lo que no sabíamos era que se ha extendido mas de la cuenta los calurosos y festivos debates que obran entre las pláticas sociales y políticas. Haciendo de este ritual la delicia de estos noctámbulos personajes.
Visto una negra y descolorida polera de algodón; bajo ella y escapando por sus mangas cortas, nace unos largos brazos de color blanco. Pertenecen al albo polerón que uso para darle contraste a la oscura tonalidad. La cara del vocalista Balckie Lawless adorna mi pecho, y las letras de su banda de heavy metal W.a.s.p. le dan vida a mi indumentaria en la espalda.
Paola camina a mi lado; calza botas color negro y un ajustado pantalón de igual tonalidad. Bajo su chaqueta se alcanzan a percibir las letras de los músicos australianos de AC DC; back in black se puede leer con algo de dificultad.
A medida que transitamos por la avenida puedo percibir como somos escrutados por miradas encubiertas, tal vez Paola tenga razón y ella a pesar de ser morena no pase inadvertida debido a su altura. Según una estadística emitida el año pasado; se determina que la estatura de las mujeres del Perú y de muchos países latino americanos es de un metro cincuenta y cinco, Paola esta muy cerca de un metro setenta.
Por mi parte, a pesar de incomodarme al principio, eventualmente me he ido acostumbrando. En un país donde predomina la piel morena y la mayoría de la población de hombres no supera el metro sesenta y cinco; un calvo como yo, que mide un metro y ochenta centímetros, noventa kilos de peso y blanco como el papel llama la atención.
_ No veo un carajo, creo que los rumores eran ciertos y de verdad se suspendió el recital_ Le digo con una mezcla de tristeza y enojo.
_ Esperemos llegar a la esquina y vemos con más calma_ Trata de ayudarme, dándome animo para que no pierda la compostura, más sé que ella también lo intuye.
A sólo unos metros del centro de eventos nos golpea la cruda realidad, puertas cerradas, y ausencia total de movimiento en el interior. Varios grupos de fanáticos esparcidos por el entorno del local se encuentran tan perplejos y desentendidos como nosotros.
Parados en una esquina degusto la derrota, la pena, y la rabia.
_ Esto me pasa por cagado, hubiera ido a Buenos Aires desde un principio._ Maldigo en voz alta.
Paola me reconforta con una tierna mirada, consolándome con palabras de ánimo._ Ya pues, no haga pucheros, que para la próxima si vamos a Buenos Aires_ Logra arrancarme una mueca parecida a una sonrisa.
_ Parece que no fui el único que quedo con las ganas de ver a la banda_. Escuchamos una aguda voz detrás de nosotros; giramos sobre nuestros pasos buscando la fuente desde donde provenía, encontrándonos de frente con un pequeño personaje.
Sostenía una franca sonrisa en sus labios y no debía medir más de un metro y cincuenta centímetros de altura. Con cuerpo delgado como un fideo; de su cabeza elevándose, desordenados mechones se resistían a la fuerza de gravedad; efecto logrado seguramente a base de algún producto para el cabello.
Vestía una polera negra decorada con una diminuta calavera pintada a mano, la conservaba ordenadamente bajo la pretina de su pantalón. Manteniendo ambas prendas de vestir unidas por una gruesa correa que giraba varias veces su cuerpo. Era un niño bueno por donde se le mirara.
_ Debes admitir que se ve muy tierno jugando al chico malo con su calaverita_ Dice Paola regalándole la mejor de sus sonrisas.
_ ¿Podemos llevarlo a casa Paolita?_ Le pregunto devolviéndole la amistosa broma con una sincera sonrisa. Sintiéndome como Quico, el personaje envidioso del Chavo del Ocho por lo producido, y disciplinado que me encuentro vestido en comparación a él.
_ ¿De dónde vienen?
_De Chile_ Respondemos al unísono. Mirándonos cómplices por la jocosa situación.
_Se nota, pues hablan “cantadito” (Como si estuviéramos cantando) _ Volvemos a reír.
_ ¿Sabes en donde hay unas cabinas de internet? Necesito saber que carajos pasó con el recital_ Pregunto pensando en qué si conseguiré alguna cabina de internet a estas horas de la tarde.
_ Creo que dando vuelta por la esquina encontraran una.
_ Gracias_ le respondo cordialmente, nos acompaña por algunas cuadras haciendo de “guía de turistas”; conversamos de música y de lo hermoso que es su país, finalmente despidiéndonos agradecidos nos alejamos en pos de nuestros propios asuntos.
_Hijos de puta, capaz que no toquen acá, y si tocarán en Buenos Aires. Esto me pasa por cagado._ Voy maldiciendo a la banda nuevamente en voz baja.
_Yo me lo hubiese llevado a casa._ Dice Paola meditabunda.
_ ¿A quién?_ Le pregunto olvidando mis pensamientos.
_ Al rockero chiquitito que vimos recién, ¿no es cierto que se veía demasiado tierno?
Ambos comenzamos a reír, una risa plena y cristalina. Tal vez no pude asistir al recital de Wasp, más fuimos acogidos amistosamente por un “colega” de “armas rockeras” ese sólo hecho colmo mis expectativas del largo viajes fuera de mi país.
Pd: Y si, esos huevones si tocaron en Buenos Aires.
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