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¿Quién?

La discusión había sido altisonante y llena de agravios de parte del esposo quien terminó refugiándose en la biblioteca de la inmensa residencia. Altagracia, la esposa, permaneció en la sala principal llorando sin consuelo y apenas reprimiendo el odio hacia su cónyuge. Lo había enfrentado acremente acusándolo de haber mandado matar al novio de su hija por la sola sinrazón de no ser rico.

El marido lo negó y terminó la discusión propinándole una fuerte bofetada al momento que ella amenazó con enterar a la policía de sus sospechas.

Un rato después llegó Mateo —el único hijo varón del matrimonio— a consolar a su madre y le prometió con gesto cargado de ansias de venganza que nunca más su padre la golpearía. A través de las lágrimas Altagracia vio en los ojos de su hijo el mismo brillo maligno contenido en la mirada de su esposo cuando se enfurecía. Destellos de muerte como los hubo también en la mirada de Renata, su hija, al momento de enterarse de la muerte de su prometido y acusaba voz en cuello a su progenitor.

A media noche se escuchó el estruendo de un balazo proveniente de la biblioteca, el primero en llegar —se dijo después— fue el mayordomo quien entró de prisa al lugar pues la puerta estaba abierta. Encontró al ama de llaves impávida mirando el cuerpo del señor de la casa con un balazo en la sien izquierda. Luego hizo acto de presencia Renata, sólo observó sin asombro la escena, se dirigió a la ventana que había dejado abierta horas antes, la cerró y salió de prisa del lugar sin decir palabra alguna.

Altagracia entró a la biblioteca con paso solemne, no hizo ningún aspaviento, dio algunas instrucciones al mayordomo y al ama de llaves y luego les ordenó se retiraran y estuvieran pendientes de lo que se ofreciera.

Esquivó con desprecio el cadáver del esposo y tomó el teléfono para llamar a la policía y al abogado de la familia. Cuando éste último contestó la llamada, ella lacónicamente dijo por el auricular: —Ha mueto, procede como lo convenido—

Al terminar la llamada, volvió su mirada hacía una pared de la habitación pues escuchó como algo pesado que se deslizaba. Era su hijo, recién entraba por una puerta oculta tras un estante de libros, sólo su padre y él conocían de su existencia, así como de otros pasadizos que conducían desde la biblioteca hasta las habitaciones de Renata y del ama de llaves.

Altagracia dominó la sorpresa y sin hacer el menor comentario tomó a su hijo del brazo y salieron de la habitación, pronto aquello se llenaría de policías dado la importancia social y económica del occiso.

Horas más tarde, quienes estuvieron en la residencia a la hora del asesinato estaban reunidos en un mismo lugar y eran interrogados por turnos por los agentes policiales, en el ambiente flotaban densamente dos interrogantes, el ¿por qué? ya no revestía tanta trascendencia, lo más importante era saber… ¿quién fue el asesino?



Texto agregado el 05-10-2015, y leído por 351 visitantes. (16 votos)


Lectores Opinan
09-10-2015 Muy bien logrado el misterio en pocas palabras! Creo que fue el mayordomo, en la biblioteca, con la pistola, je je! Abrazo! galadrielle
07-10-2015 Me encantan estos relatos.Se me hace que fue la esposa Pero bueno no todo es lo que parece. jaeltete
07-10-2015 Hace mucho que te leí,pero no comenté porque lo hice desde el móvil. Una narración impecable que nos deja pensando y vuelve incógnito al culpable. Me gustó mucho amigo***** Victoria 6236013
06-10-2015 Ese detallito,no mas.Un Abrazo. Gafer
05-10-2015 Caramba!... bueno, cuando no se sabe quien es, siempre se acusa al mayordomo verdad? Excelente. PiaYacuna
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