No sé que era lo que más me incomodaba, ¿Qué me abrazara?, Tal vez era uno de esos sentimientos que sin razón alguna solían llegar a mi mente, ¿Qué me besara? No lo sé, pero no lograba sentirme a gusto.
Saber que puedes contar con alguien, acariciar esa conexión que es tan importante. Esa complicidad que se crea con el hecho de ver la mirada, y no requerir de las palabras.
Es como si tuviera algún tipo de enfermedad.
_Contigo pan y agua._ Me dijo. Sonó a telenovela cursi, de aquellas que veía en casa de mi abuela cuando era adolescente y vivía con ella.
Sábado en la noche; caminé algunas cuadras hasta llegar a su casa. La población alberga dos docenas de grandes viviendas, familias adineradas habían hecho del lugar su propio edén.
La empleada dice que espere en la sala de estar; el aula parece un cine por el tamaño del televisor. Ella luce radiante, hermosa, fragancias europeas la envuelven cuando baja las largas escalas acompañada. Me presenta a su hermano, él llegó hace algunos días atrás, de un viaje en la corveta escuela “Esmeralda”. Tez blanca, rubio, alto y delgado, juraría que escapo de algún país nórdico, tiene una sonrisa perfecta y un corte de cabello a lo “militar”. Aprieta fuertemente mi mano, me hace recordar a los romanos y sus cabezas despobladas con el fin de que no los degollaran jalándoles el pelo.
La llevo a la pieza que arrienda una pareja de amigos, los conozco desde hace muchos años. La vida para ellos a sido dura, carecen de muchas oportunidades. Más se esfuerzan para que el destino no logre doblegar sus ansías de esperanza. Viven en una de las poblaciones más humildes y desposeídas de la ciudad.
Mi amiga abre la puerta y sonríe, le faltan algunas piezas dentales, pero no le importa, se siente feliz por verme llegar. Su marido un gordo con un gastado pantalón que no alcanza a cubrir el fatigado y pequeño calzoncillo por donde escapa su trasero me abraza; nos da la bienvenida.
Hoy es un día especial, hace más de una década que se conocieran y enamoraran; nos espera una noche en el lugar donde se encontraran por primera vez. Mi pareja le disgusta la reunión pero trata de disimularlo, más pareciera que ocultara el mismo malestar que me acosa, los mismos síntomas de mi enfermedad; ella no participa de la amena charla.
Grito´s dice un anuncio de neón, le faltan algunas letras que se mantienen apagadas. Adentro del galpón acordes de algún grupo tropical repercuten en las delgadas paredes de madera. En la puerta y antes de ingresar al local una mujer vestida como Madona en sus peores años la registra, me mira con desaprobación, sé que la hacen sentir una delincuente.
_ Mejor hubiéramos ido al Kamikaze, al menos allí no te registran como si fueras un ladrón._ me dice al oído.
_ Ellos son felices acá y a mi no me incómoda, si lo deseas te dejo en un taxi, para que vayas donde tus amigas.
_ Pensé que te interesaba lo que yo opinara._ Dice algo ofuscada.
_ Bueno; me interesa que mis amigos se sientan a gusto, la noche es de ellos y es grato que se acordaran de mí haciéndome parte de su celebración; Yo voy donde ellos me inviten.
_ Pero esta discoteca es de gente diferente, de otra calidad.
_ Lo único diferente es que sientas distinta a las demás personas. Y hasta acá voy a extender el dialogo contigo._ Me enfado, la enfermedad me oprime, sin darme chances de liberación.
La noche es larga para ella, tose bastante con los vapores que permanecen en el aire, le molesta el aroma de la grasa pegada a las viejas botellas de los licores baratos, y el humo de los cigarrillos hace que la atmósfera sea aun mas toxica. No desea bailar ni participa de la animada conversación; ya no se preocupa de ocultar sus muecas de desaprobación por el lugar.
A mis amigos no le interesa, ellos reviven un pasado lleno de magia. A pesar de los años transcurridos se vuelven a enamorar y amar, hay un brillo en sus ojos que da envidia.
Me gustaría saber que es lo que se siente, poder ver tras sus ojos. Poseer esa frescura de gozar con las cosas que simplemente funcionan.
Ya amanece cuando la dejo en la puerta de su casa, con un beso se despide. Algo me dice que no la volveré a ver, no importa.
Encuentro la respuesta a mi malestar, es el simple hecho de no encontrar mi alma reposando en sus ojos. Le sonrío, creo saber que también lo intuye.
Camino a casa recuerdo a mi abuela encorvada, sonriendo y platicándome pausadamente. Se sienta a mi lado, ella mantiene entre sus cansadas manos el humeante mate. Vemos la telenovela que pasan a las tres de la tarde por televisión nacional. Carlos Alfredo le dice a Abigail “contigo pan y agua”.
La imagen de mis amigos bailando muy apretados y compartiendo cosas al oído vuelve a mi mente.
El fantasma de mi enfermedad desaparece con los medicinales rayos de luz, ellos caen del sol que desperezándose en la mañana se abre paso entre las nubes.
Ella se desvanece con el retiro de la oscuridad y el amanecer de una sonrisa en mis labios.
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