Apagando las luces ve como las penumbras besan cada rincón de la habitación. Cubre su rostro con las verdes sábanas sembradas de estrellas y lunas, como escondiéndose de la melancolía que fríamente busca refugio junto a ella.
Abre bien las pupilas de sus ojos color miel ante la envestida del crudo silencio que pinta de soledades cada recodo de la casa desabitada. Apretando fuertemente los dientes desearía que las cosas fueran distintas. Que las situaciones a las cuales se vio enfrentada los últimos días dieran un resultado adverso.
Siente como cada fuerza se renueva lentamente. El tiempo le obsequia un nuevo legado de felicidades y equilibrios que jamás pensó abrazar. Ha crecido; ya no es la niña temerosa, ahora es una mujer comenzando a tejer una ruta de vida con los hilos del destino a su favor. Más lentamente la retrasa el miedo que siente, se aterra frente a los nuevos caminos a seguir…
_ ¿Acaso no todos tenemos miedo?_ Le grito manteniéndome levitando frente a su lecho de descanso.
_ ¡Vamos mierda que eres una persona que puede hacer todo lo que quiera! Le vuelvo a gritar cuando ella mira a un costado, pareciera que puede sentir mi presencia cuando toco su rostro con mis manos de niebla.