Inmigrantes
Son muchos los motivos que nos mueven a salir de nuestro país de origen, tantos como las personas que emigramos, pero hay un denominador común: el mejoramiento de la calidad de vida. No siempre las únicas o las principales causas de estos movimientos humanos hacia nuevas tierras son la necesidad y la pobreza.
Existe siempre una razón preponderante para emigrar, pero basada en la idea de que esta experiencia será temporal. Esta expectativa de temporalidad nos libera en parte de la angustia que nos provoca dejar nuestro país; si en ese momento pensamos en un viaje sólo de ida, es muy posible que no salgamos nunca de nuestra casa. Esta expectativa proporciona una fuerza que permite la acción y con el tiempo la idea puede convertirse en una promesa cumplida o sirvió sólo para embarcarnos en un proyecto sellado con la incertidumbre. Partimos con la ilusión de que al llegar nuestra vida será mejor.
La inmigración tiene consecuencias sociales, psicológicas, políticas y económicas demasiado complejas para ser analizadas a la ligera; ante esta dificultad, debido a todas las variables a considerar, corremos el riesgo de no ver sus implicaciones.
Nuestra historia de vida está vinculada a la casa, el barrio, los amigos, la familia que nos aportan un sentimiento de identidad y de ubicación en el espacio-tiempo. Irse es una forma de morir un poco, es despojarse de casi todo, llevarse nada más que la memoria. De pronto hacemos un cambio violento y esos valores desaparecen de la vista y de la posibilidad de acceder a ellos como no sea por medio de nuestra imaginación.
Al llegar a la tierra prometida nos encontramos con un contraste entre lo que habíamos imaginado y la realidad. Empieza la carrera de ajustar la vida a esa realidad y en ese momento no podemos detenernos, nos encontramos ante la imperiosa necesidad de encontrar un camino. Es una vivencia neurótica por el simple hecho de estar viviendo una nueva situación y no tenemos el tiempo y la posibilidad de sentir la emoción, o la sensación que genera esta nueva circunstancia. Es común que se pongan en marcha diferentes mecanismos de supervivencia emocional; hay que levantarse cada día a buscar trabajo, casa, o simplemente a tratar de integrarse al nuevo espacio. Pasa un larguísimo tiempo para sentirnos relajados después de un cambio tan radical.
El proceso de adaptación es más largo cuando no se dan las condiciones para vivir lo que emocionalmente supone el cambio. Si la exigencia sobrepasa las posibilidades, puede generar reacciones contrarias a lo esperado. Este es el momento más difícil en la vida de un inmigrante, es importante hacerlo consciente y tener vías de expresión que permitan transformar sentimientos de culpa, de abandono o de miedo al futuro, en una más liberadora percepción del momento. Es cuando se necesita toda la energía, la claridad de ideas, de conceptos y sobretodo, una fuerte sensación de libertad para iniciar otra fase en el sitio que hemos elegido para vivir, posiblemente el resto de nuestras vidas. |