Bailan apretados, balanceándose perezosamente. Música pausada y monótona escurriendo entre ellos, dos cuerpos pretendiendo ser uno.
A pesar de las horas transcurridas, el humo alucinógeno se niega a retroceder. Manteniéndose estable en la pequeña atmósfera, fluye vagamente dentro de las cuatro paredes, las ventanas cerradas son sus cómplices. Se nutre de las emanaciones de nuevos cigarrillos de marihuana que se encienden al ritmo de la música dance. Sonidos electrónicos nublados por el velo de inconciencia, pero a ellos no les importa, están en un estado maquinal, mentes enajenadas de realidad, títeres carcomidos por falsas verdades, viaje sin retorno a mundos infernales.
Cinco botellas de licor regadas en la alfombra que cubre el piso de madera, algunas aún con una considerable cantidad de líquido en su interior.
Finos papelillos para preparar narcóticos cigarrillos adornan la diminuta mesa central, y ceniceros desgastados por la negrura de docenas de cigarrillos mal apagados, aderezan el paisaje de escaso inmobiliario.
La frenetica danza continua, se mueven mecánicamente, ella lo abraza, los rostros rozándose, casi en contacto. Su húmeda lengua pasea por los labios de él, mientras los brazos son tentáculos que lo envuelven.
Quiere despertar del letargo, saber que pertenece a la irrealidad de un mal sueño, cierra los ojos esperando sacudir el momento vivido. Siente nauseas por los continuos vasos de licor que bajan hacia su estomago, pero no es dueño de su ser, la droga y el alcohol le prohíben resurgir del abismo que sus designios han creado.
Por detrás me acerco posando mis manos en su hombro._ Cumpa, estás loco_ susurro cerca del oìdo. Me mira como si fuera un zombi. Sus ojos enrojecidos, palabras ilegibles escurren por su garganta, sonrisa quebrada adorna sus deformadas facciones.
Tomándola de la mano se alejan, los veo desaparecer por el largo pasillo, quisiera seguirlos, paralizarlo, pero no hay nada que pueda hacer, estoy mas ebrio y drogado que él.
Usa la oscuridad como consorte, acorralándola contra la pared desprende los blancos botones de la blusa, las ágiles manos sujetan sus pechos, saliva y lengua pasean entre los pezones que se endurecen con el contacto.
Desesperación bestial, feroz instinto animal, pensamiento de introducirse en ella anida su cerebro. Ella hospeda sus manos entre las piernas del lujurioso compañero. Siente el palpitar de virilidad, imágenes desnudas, despiadadas, trozos de humanidad salvaje. Lo desea, lo desea en su interior ahora.
Rayos de sol entran por fisuras del techo, lo desperezan, despierta, retrocede ante lo que parecía inevitable, terror se desprende de la mirada, miedo, sobresalto, consternación, reintegrando el proceso de ser el maestro de sus hilos, retomando el control de sí mismo.
Retorna acongojado, espantado, vuelve a ser el de siempre, ella le habla, pero ya no la escucha, con un ademán sigiloso me dice que nos retiremos en silencio. La vergüenza lo encadena y no lo dejara libre en un par de meses.
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