Sonó el timbre, Todos los alumnos se retiraron del salón de clases… todos menos Camila. Estaba realmente desesperada. Recientemente el maestro había entregado los resultados del examen, que valía el 40% de la nota final. Todos lo aprobaron… menos ella, claro. Lo había dejado con 4. Era el quinto examen del año que reprobaba. Si esto seguía así le pasaría lo mismo que los dos periodos anteriores: con 4. Necesitaba desesperadamente un 10 de promedio en este periodo para poder aprobar el curso con la nota mínima: 6. Pero era difícil, ¡era muy difícil!
Aunque ella lo intentara una, y otra, y otra vez, no podía pasar del 4. Y no era su culpa. A ustedes también les pasaría lo mismo si le hubieran rechazado al maestro la propuesta de acostarse con él. Desde el primer día que la vio empezó a acosarla. Le decía piropos, le acariciaba las manos, el cabello, la cara, la espalda…, le escribía poemas, le daba un trato especial, hablaba con ella después de clases… todo con la intención de convencerla. Ella no se fió de él. Oía todo pero no se dejaba inmutar. Cuando las cosas parecían que iban en otra dirección se ponía firme y se daba a respetar. Cuando él le dijo que se quería acostar con ella se cansó. Le dijo que ya había sido suficiente, que ya no lo iba a tolerar más. Le dijo que ya ni siquiera se atreviera a hablarle ni a mirarla porque ya no le iba a dirigir la palabra ni la mirada nunca más. Y lo cumplió al pie de la letra. El no se dio por vencido. Quería acostarse con ella sin importarle como. Y si ella no lo aceptaba a la buena… sería a la mala. Le iba a tocar lo más importante que tenía: Sus notas.
Cada trabajo o tarea, sin importarle que estuviera bueno o malo, 4. Examen o laboratorio, 4. Ella no entendía el por qué de esas notas y un día se atrevió a preguntarle la razón. El, con un tono frío, dijo:
-¿Quieres buenas notas? Acuéstate conmigo.
Camila lo rechazó inmediatamente y le dijo que no importaba lo que hiciera, ella nunca se acostaría con él. Se fue. El solo sonrió.
-Eso ya lo veremos.
Reprobó con 4. Cuando entregaron promedios, ella les explicó a sus padres que estudiaría más para el siguiente periodo y que no se preocuparan, que esa nota no volvería a aparecer nunca más. Pero… ¡cuán equivocaba estaba! El siguiente periodo lo volvió a reprobar con 4. Sus padres estaban furiosos y le preguntaron la razón de esas notas. Ella no quería decirles que su maestro la acosaba porque este la había amenazado con ponerle peores notas si decía algo, y porque si sus padres lo demandaban y perdían, las cosas estarían aun peor. Así que solo se limitó a decirles que no sabía por qué. Sus padres la amenazaron con quitarle el celular y la computadora si regresaba de nuevo con esas notas. Camila asintió con la cabeza.
Ahora volvamos al presente. Ya había reprobado un examen. No podía darse el lujo de reprobar otro. No quería hacerlo pero… ¿qué otra cosa podía hacer? Suspiró hondamente, se levantó, tomó su examen y se dirigió al maestro, quien se encontraba leyendo unos papeles. Puso su examen en el escritorio.
-¿Qué quieres? –le preguntó sin despegar la mirada de los papeles.
-De acuerdo –suspiro-, voy a hacerlo.
El maestro levantó la vista y sonrió.
-Me alegro que al fin te decidieras. Has tomado una buena decisión.
-Si, si, terminemos con esto. ¿Cuándo será?
-Mañana, a las dos. Espérame en la esquina de la calle 16.
-Bien.
-Ponte hermosa. |