Era un anochecer oscuro y lluvioso, como tantos de los tardíos otoños gallegos, en que el verano se resiste a ser destronado, una brisa cálida, húmeda muy pegajosa se filtraba por cada rendija de su cuarto, haciendo solido el aire, convirtiéndolo en una masa irrespirable.
Cuando todos dormían abandonaba el lecho (como lo hacen las niñas) a hurtadillas, se sentaba en la puerta de su casa, con los pies desnudos sobre el asfalto sintiendo el frió tacto, dejando que la lluvia resbalase, se filtrase y empapase, hasta la última fibra de su anatomía, saboreaba y disfrutaba gota a gota con los ojos cerrados, para mantener aprisionadas todas y cada una de las sensaciones, respirando lentamente, inspirando e inhalando el aroma de la noche, escuchando una inmensa gama de sonidos, a intervalos se escapaba de su pecho algún suspiro.
Dejándose llevar por la añoranza recorrió minuto a minuto, hora a hora, día a día, los múltiples años que tejían su vida, paso allí mucho tiempo, y cuando comenzaba a sentirse entumecida, como una ladronzuela, felina y de puntillas se cobijo en su cama con una amplia sonrisa, pensando satisfecha "que a pesar que sus hijos ya la daban por muerta !!seguía estando viva!!" |