Tengo miedo de escribir, han pasado demasiados años desde la última vez que intente hacerlo, las palabras son muy peligrosas, que oficio tan mas horrible el de aquel que tiene que crear realidades, silencios perturbadores capaces de llevarte a la locura y si no se escapa pronto de ello, puede pasar algo peor, secarse, exprimir su propia alma entre ideas que no alcanzan la luz pero al mismo tiempo atormentado en el limbo donde no pudieron vivir ni morir, la condena aumenta con cada palabra que no se escribe, añadiendo una eternidad a cada infinito. Entonces se recurre a lo más vil y menospreciado que un escritor puede hacer, ignorar su propia voz; esa voz tan ligera y tan poderosa; tan silenciosa y tan desgarradora, como otra conciencia pero que en vez de decirle la diferencia entre el bien y el mal, esta se encarga solamente de recordarle como un martilleo perturbador, escribe, escribe, escribe. El colapso es inminente, las ideas se acumulan tanto que empiezan a robarle el sueño y aun así, sigue ignorando su llamado. Encontrar un ¿Por qué?, un ¿para qué?, un ¿Para quién? Son las preguntas que empiezan a aparecer en su mente, ¿Qué sentido tienen las letras? Es ahí donde la gran mayoría deja su pluma y decide asesinar por completo esa voz sin saber que al morir, gran parte de ellos muere, y se adaptan una vez más a el mundo del cual habían escapado por un tiempo, pero para el remanente, para los escasos locos que no pueden vivir en la cotidianidad queda un camino largo, lleno de vacíos que tendrán que llenar con letras ya que de no hacerlo, el vacio los absorberá y empezaran a morir lentamente. |