Es una pena que no tomen pluma y papel quienes realmente tienen algo que decir y que los que debíamos permanecer en silencio andemos siempre a vueltas con asuntos de caligrafía.
Una prueba más de lo mal que funcionan las cosas y lo fatal que está distribuido el mundo. Oigo a alguna gente en los lugares de esparcimiento manejar teorías tan brillantes que es una pena que no traspasen la oralidad. A falta de afición de éstos tenemos que andar de amanuenses otros distintos.
Se trata de un fenómeno de tal envergadura que lo publicado es sólo la punta del iceberg de las ideas válidas que están por ahí en circulación. Como se precisa un cupo mínimo( exigencia del mercado literario) nos vemos obligados a echar unas horas extras gentes que haríamos mejor en dedicarnos a otros menesteres. Una prueba más, como decíamos, de que el mercado no lo arregla todo y de que sus distribuciones distan en muchos ámbitos de ser óptimas.
Pero claro, esto no conviene que se sepa y mientras tanto hay por ahí fabricantes de gorros empeñados en recolectar uvas y eruditos de la pluma acodados en las barras de los bares bebiendo las malas uvas de los fabricantes de gorros y así.