Eloisa se peinaba ante el espejo de forma mecánica pero con cierta prisa,se dirigió a la puerta de salida (de su casa), se paró ante la mesita del recibidor y observó con terror a su marido que muy repantigado en el sofá de la sala ojeaba distraídamente un periódico al tiempo que se tomaba una cerveza.

Eloisa dejó caer sobre la mesita las llaves de la vivienda, al tiempo que decía con un hilo de voz, “Ernesto me voy, ahí te quedan las llaves”, el hombre se levantó como impelido por un resorte y corrió hacia donde se encontraba su esposa, implorando lastimosamente ¡!NO POR FAVOR NO TE VAYAS!! ¡!POR DIOS TE LO PIDO!! Era tal su desesperación que se hincó de rodillas agarrándose a las piernas de la mujer, que le miraba impasible haciendo leves esfuerzos por desasirse del abrazo piernil.

Después de cinco minutos de “forcejeo”, Eloisa perdió los nervios y muy enfadada le dijo a su marido “Ernesto esto se tiene que acabar, no puede ser que cada vez que salga a comprar el pan me montes estos numeritos, en un principio tuvo su gracia, pero ya….Me aburres”.

Ella dio media vuelta y salió por la puerta, y el….volvió a su periódico como si tal cosa