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Inicio / Cuenteros Locales / Koke_Vejete_2001_2016 / Esperándote (escrito 19/04/2008)

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_ ¿Que hora es?_ Pregunto aparentando calma. Observándome con una sonrisa Marco disfruta de mi impaciencia.
_ Huevón, me has preguntado la hora cada cinco minutos. _ Ambos reímos.
Con una servilleta de papel refriego lentamente el círculo de humedad, secando el líquido que escurre desde el vaso de mí fría cerveza. Rocío que empapa la madera de la mesa donde reposamos.
Tratando de mantenerme ocupado para dejar de ser la victima de mi propio nerviosismo, le pido un cenicero al garzón mientras enciendo el décimo cigarrillo.
La noches es calurosa, más somos regados por una fresca y agradable brisa que dulcemente baila entre nosotros.
Busco en el oscuro y raso cielo algún signo de vida que indique que las respuestas en las estrellas continúan allí.
El lugar es uno de mis favoritos, prefiriéndolo por su tranquilidad y buena música. Lo principal es que nadie tiende a sentarse en las dos solitarias mesas que dan la bienvenida al bar. A través de los años transcurridos me he apropiado simbólicamente de dicha mesa.
_ ¿A que hora dijo que iba a llegar, no estaremos equivocados con el tiempo? _ Dice Marcos sin mirarme; jugando hábilmente con la intranquilidad que carcome cada uno de mis pensamientos.
_ Cállate mierda._ Le respondo, y ambos volvemos a reír de buena gana.
Contándome de Anita y de sus años de peregrinaje tomados de la mano, hacemos que la espera sea más agradable. Sus vidas cotidianamente ligadas entre múltiples encuentros y desencuentros. Se nota que la quiere mucho puedo observar un brillo en sus ojos al hablarme de ella.
Acondicionándome en la incomoda silla no pierdo de vista las rutas donde convergen los dos senderos que llegan a nuestro pequeño pedazo de planeta. Imaginando lo que debe estar especulando tu corazón al volver en un tiempo que no teníamos pensado, retazos de días en los cuales aquellos besos ya idos retornan de la lluvia incolora que dejó tu peregrinar.
No te vi llegar, me percaté de tu presencia al escuchar el clamor de tu alma gritando mi nombre. Caminas sonriéndome, nuestras miradas se encuentran y puedo verme tras los colores y fragancias que se desprenden de tu espíritu. Me abrazas fuertemente, la calidez del incienso de tu cuerpo está de regreso. No deseo abrir mis ojos, no quiero dejar de acariciar con locura todo el amor que me entregas. Enlazado a una inmortalidad del sabor de tus labios. Cada letra del estremecimiento de tu voz dice que estás aquí sólo por mí.
_Te amo._ me susurras al oído. Despertando en mí bienestares desconocidos, y el recuerdo de esta noche perdura agazapado en tiernas melodías. Un abrazo de promesas que bosqueja la alegría de volver a vernos. Caminando bajo la misma luna, sostienes en tus manos contra el viento los cimientos de mi fe, tranquilizando el océano de tormentas que significó perderte por segunda vez.

Texto agregado el 29-09-2015, y leído por 132 visitantes. (1 voto)


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