1/2 ensayo sobre “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” de Jorge Luis Borges
Adentrándome en la obra (incluida en el libro de cuentos Ficciones- 1944), no me atrevo a desentrañar el contenido. Ha sido tan interpretado, ensalzado y controvertido que sólo diría un “me parece”, que mal escondería mi ignorancia. La primera vez que lo leí hace años, francamente, me aburrió y fue olvidado sin pena ni gloria. Ahora, ha logrado el mismo efecto, mas no así su forma.
Lo primero que me llama la atención al leer “Ficciones” son los estilos diferentes entre los diversos grupos de cuentos, parecen diferentes autores o, al menos, diferentes épocas. La puntuación y las expresiones. El despliegue de idiomas y personajes históricos de diferentes materias, campean en unos y se esconden en otros.
En “Tlön…”: usa un tono coloquial, nombra a amigos y conocidos por sus verdaderos nombres. Que así haya sido publicado, demuestra el juego íntimo con sus compañeros con los que, seguramente se reía de todos nosotros, sus lectores. En este cuento usa algunos corchetes y guiones medios en lugar de comas. Recurso conocido pero, tan exacto, que resultan satíricos. He intentado reproducirlos aquí con, por supuesto, un rotundo fracaso.
Borges puebla el texto con expresiones arcaicas: onceno por onceavo, libro impreso en “octavo mayor” lo cual es un tamaño de papel pre industrial. También cita como referencia, el número de página de textos inexistentes. Usa el mismo recurso, falseando nombres, para justificar dichos, acciones o ideas. Todo para darle al relato un lustre de formalismo y rigurosidad sin el cual sus extrapolaciones filosóficas carecerían de verosimilitud.
Es tan vasto el engaño, que se permite realizarlo en varios niveles a diferentes tipos de lector: cuando indica que el sistema duodecimal es en el que 12 vale 10 y que sistema hexadecimal es en el que 60 vale 10. Veo ahora dos vertientes: el lector que lo acepta como un dato más y el que por el contrario, magnánimo, lo corrige “in mente” sustituyendo el 10 por el 1 y piensa que, bueno… al igual que todos, una minucia se le escapa a cualquiera. Pues… el autor, como un duende irónico, no deja escapar a ningún lector. Ya al final, en la nota al pie “3”, aclara que en duodecimal un siglo sería un período de ciento cuarenta y cuatro años. El primer lector quedará desconcertado y el segundo se sentirá un idiota al advertir que no había error y que los datos eran otro ardid, que Borges sabe perfectamente los fundamentos del sistema al cual pervierte descaradamente con una última sonrisa al proporcionar ese número.
Este presupone un inexistente siglo duodecimal de 120 años, los cuales a su vez, están formados por 14,4 meses cada uno. Ya que si 12 es 10 y el año “decimal” tiene 12 meses, el año “duodecimal” debe tener (por simple regla de tres) 14,4. Se llega así a la conclusión de que un siglo duodecimal tendrá 1728 meses (120x14,4). En este momento ya en la enrarecida estratósfera matemática, advierte que el resto de la humanidad usa un año de doce meses y entonces divide sus 1728 meses por 12 y es allí donde aparece el sigiloso y a la vez genial siglo de ciento cuarenta y cuatro años.
Para terminar, hago una confesión y un aviso. La primera vez debo haberlo leído alrededor de los setenta y, tanto ahora como entonces, lo leí mal. El cuento se publicó en el año mil novecientos cuarenta, tal como indica al final de la primera parte. Desde el tiempo de mis lecturas la postdata de mil novecientos cuarenta y siete fue leída como un agregado realizado en alguna edición posterior. Nada más ajeno a Borges, desde un principio fue futuro, otra vez el burlón maestro se quitó la máscara y termina realmente su cuento demostrando que ni siquiera necesita del tiempo.
Como siempre con él, quedo ambivalente: no sé si, humilde, admirar al genio o, enojado, rechazar la soberbia que esconde.
Carlos Caro
a: línehttp://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/borges/tlon_uqbar_or bis_tertius.htm
Paraná, 16 de abril de 2014 |