He salido a mirar la luna y no la cubría un manto de sangre. Vaya, qué desilusión.
De vuelta a la cama, he vuelto a desnudarme para nadie y a meterme en unas sábanas vacías y frías. Esto empieza a volverse costumbre, y no me gusta.
Enciendo un pitillo y salgo al balcón a fumar. Aún hace bueno y la verdad es que no importa si alguien afuera observa mi desnudez. Estoy casi segura de que me he vuelto gris, transparente, invisible.
Me observo el brazo y me extraño, ya hace días que apenas duele. Necesito otra sesión, tendré que llamar mañana para pedir cita.
Alguien hace ruido calle abajo. Imagino que volverá a casa de fiesta. Da un poco de envidia. Ya no recuerdo la última vez que regresé a casa ebria y feliz.
Sigue sin comenzar el eclipse. La luna se retrasa y debo volver a la cama. Me esperan mis perversiones y mi propia sangre cubriendo las sábanas sin luz nocturna.