—Necesito que me hables más sobre el suceso —dijo el doctor Lester.
—Es difícil para mí, no puedo recordarlo con claridad —respondí—, para eso te necesito a tí.
Él escribió algo en su libreta, al terminar me miró a los ojos, —¿has consultado algún experto en el tema?
—Hablé con un periodista, dijo conocer muchas personas que vivieron mi situación, luego dijo un montón de mierda sobre el hecho que no estaba sola tratando de "consolarme", pero solo quería una historia para su estúpido periódico— contesté irritada.
Él frunció el entrecejo y juntó sus labios. —Perdón por el vocabulario— dije comprendiendo su disgusto.
—Así está mejor, me gustaría que me contaras todo lo que sucedió de principio a fin, incluso lo que no tuvo ninguna conexión con el incidente.
—¿Es realmente necesario?— pregunté impaciente.
—Claro que sí, Viviana, es evidente que quieres llegar a un completo entendimiento de lo que sucedió esa noche. Si realmente quieres que haga lo que me pediste necesito tener la certeza de que tu salud no se verá más perjudicada al recordarlo completamente.
—Está bien— respondí agazapada—¿te importa si fumo aquí?
—no— dijo mientras escribía algo en su libreta.
Saqué un marlboro de la cajetilla y lo prendí mientras inhalaba fuertemente, mantuve el humo en mis pulmones hasta que sentí la necesidad de toser.
—Pasó en 1959— dije mientras tosía en voz baja y me limpiaba los ojos con mi antebrazo—, sé que han pasado dos años, tardé mucho tiempo en darme cuenta del problema, la mayor parte del tiempo estuve en negación. Anhelaba contarle a mi familia, pero iban a creer que estaba loca, de manera que lo guarde para mi misma, incluso me convencí que había sido un sueño, pero me comportaba erráticamente y cada vez más fría. Por culpa de esto perdí a mi esposo y a mi hijo, trata de imaginarte lo mal que estaba hasta el extremo en que mi querido esposo decidió divorciarse, Juró en nombre de Dios que estaría siempre conmigo pero logré que olvidara eso y cometiera sacrilegio.— tomé otra fuerte bocanada y seguí.
El día exacto fue el 21 de noviembre, me levanté temprano a hacer los deberes de la casa y llevar a mi hijo a la escuela. El día se pasó muy rápido, o al menos lo recuerdo de esa manera, tras realizar todas las tareas debía ir a la casa de mi madre, en este momento no recuerdo muy bien el porqué.
Fuí hacia allí en el auto de mi esposo, debía de llegar antes del anochecer, pero un extraño embotellamiento me retuvo allí varias horas. Me sentía muy cansada, algo despersonalizada, tuve la sensación de que algo invadía mi cuerpo. Un atisbo de miedo creció en mi estómago, pero desapareció inmediatamente como si mis estados de ánimo estuviesen siendo controlados. En ese momento perdí el control de mi cuerpo, mis manos movían el volante sin que yo las controlara, de la misma forma, mis piernas apretaban el acelerador y el freno con un orden y sincronía milimétrica.
Me dirigieron hacia los suburbios, siguió conduciendo a una colina muy apartada. Yo me sentía algo sedada, casi dormida, mi cerebro no me produjo ningún tipo de emoción y empecé a ver cada vez más borroso a medida que me acercaba a lo alto de la colina. Al llegar allí, mi visión se limitó a muchos puntos de colores. Automáticamente salí del auto, miré hacia arriba y divisé lo que parecía ser un avión en forma de plato. Era enorme y se encontraba muy lejos hasta el punto en que costaba diferenciarlo del mismo cielo.
De repente unos destellos redondos de todos colores surgieron a mi alrededor, eran como luces navideñas pero carecían de bombillo y estas flotaban por el aire libremente.Sentí un calor insoportable y de la nada un haz de luz amarillo brotó sobre mí. Me costó mucho diferenciarlo, pero alrededor de la luz había una extraña pared transparente que oscilaba de una lado a otro. Sentí mi cuerpo elevarse lentamente, como si un brazo gigantesco me estuviera forzando a subir a ese enorme platillo volador.
Tomé una gran pausa en la cual inhalé dos grandes bocanadas dejando tan sólo una octava parte del cigarro el cual deseché en la basura.
—Después solo recuerdo mirar mi ciudad borrosa desde el aire. Viene a mi memoria un par de olores, unos sonidos y la sensación de algo viscoso pero sólido sobre mi piel.
—¿Donde despertaste después?
—En la casa de mi madre, ella me dijo que llegué muy tarde y decidí quedarme a dormir. Los días siguientes tuve muchas pesadillas, a veces todavía las tengo pero ya no me afectan. También desperté con cicatrices extrañas, y desde entonces sufro parestesia.
—¿Qué te motiva a querer recordarlo?, Has sufrido tanto con una memoria tan reducida de los hechos, ¿por qué creés que todo estará bien una vez que conozcas los sucesos a profundidad?
—Ellos no me han vuelto a contactar, mis secuelas han sido psicológicas en su mayoría, tal vez sean diferentes a lo que imagino. Sé que nada será igual— dije tras una pequeña pausa—, pero simplemente quiero saber que pasó.
Un fuerte silencio inundó la sala, el doctor Lester analizaba su libreta con rostro inexpresivo, y yo trataba de decidir si fumar otro cigarro o no.
—Está bien— dijo él finalmente— si quieres una regresión hipnótica la tendrás, pero tiene que ser mañana. Trata de estar lo más tranquila posible esta noche.
—Muchas gracias doctor— susurré sosegadamente.
—Ven mañana a primera hora— dijo él con una expresión empática.
—Esta bien— dije levantándome.
Tras despedirme del doctor me dispuse a tomar el subterráneo, se me había hecho muy tarde, así que prácticamente corrí por las calles. Llegué justo antes que se fuera, respiraba aceleradamente y me sudaba la parte posterior de mi cabeza.
Me sentí muy ansiosa, sabía que debía permanecer tranquila, pero no podía, lo que me esperaba al llegar a casa me inquietaba.
Desvié mi cabeza del tema y recordé cuando estaba casada, extrañé mucho a mi esposo y a mi hijo, levantarme temprano para hacer los deberes y ayudarles a ellos a ser mejores. En este momento me cuesta mucho recordar que me impulsaba a ser tan paranoica, a sentir que me seguían y negarme a salir de la casa. Claro esto me había pasado toda la vida, cada vez que resolvía un problema me costaba mucho recordar en qué pensaba cuando tenía ese conflicto.
Seguí sumergida en mis pensamientos hasta que el subterráneo se detuvo. Me dirigí aterrada a mi casa, al llegar abrí la puerta lentamente. Mi madre estaba en la cocina me observó de arriba hacia abajo con vergüenza en los ojos. —Ojala hayas disfrutado tu visita al loquero— dijo en tono despectivo.
Me sentí humillada, traté de decir algo pero no pude.
—¿Quién crees que paga la factura del teléfono?, es increíble que el poco dinero que ganes en la casa de los Robinson lo gastes en estas tonterías.
Se quedó en silencio esperando que yo dijera algo, al no escuchar respuesta exclamó: —Yo no te crié para que tuvieras que ir al psicólogo, ahora sube y no salgas en toda la noche, no quiero que Robert te vea.
Subí al cuarto de huéspedes con los ojos llorosos, me encerré allí en una ola de tristeza, incertidumbre y desesperación. Solía tener todo lo que una mujer necesita, ahora lo había perdido todo. Me acosté en la cama en posición fetal y lloré lo que pareció ser una eternidad, hasta que de la nada, me quedé dormida. Gracias a Dios me levanté antes que mis padres, logré ducharme y escabullirme sin que ninguno de los dos se percatara.
Finalmente llegué al consultorio, esperé afuera unos minutos mientras me tranquilizaba y calmaba mi pulso acelerado. Luego me dispuse a entrar. Me acosté en un sillón viendo hacia el techo, coloqué mis manos hacia arriba justo como el doctor me pedía. —¿Estás segura que quieres hacer esto?— preguntó el doctor—, el impacto de la regresión podría dejar una cicatriz en tu mente.
—Sí, estoy segura— contesté decidida.
Empezó con una sesión de respiraciones la cual sosegó mi cuerpo, luego me dijo que imaginara estar escalando una montaña, al mismo tiempo afirmaba que la cima era un lugar seguro y tranquilo, al llegar a la cima me desconecte totalmente de mi cuerpo.
Empecé a recordarlo todo, esta vez de forma clara, manejaba por los suburbios de forma automática, me dirigí hacia una colina ubicada a las afueras de la ciudad, pasando por el puente Rejan.
Al llegar a la colina y bajarme del auto observé lo que parecía ser un objeto redondo del tamaño de un ojo que volaba libremente a una velocidad increíble. De la nada surgieron otros tres y se colocaron de forma cuadrada a mi alrededor, estos irradiaron una pared transparente que oscilaba de un lado a otro. De repente surgió la luz, que me impulsó lentamente hacia la nave, esta vez pude observar mi ciudad desde el cielo e incluso disfrutarlo un poco; así fui ascendiendo hasta llegar al interior de la nave.
No podía mover mi cuerpo, solo mis ojos. Me encontraba en una habitación gris y vacía, De repente se abrió una puerta a mi derecha, de allí entró una mujer rubia de unos veinte años, sus mejillas eran rojas, sus ojos castaños y su cuerpo estaba completamente moldeado de una manera perfecta. Esta mujer me miró de reojo y se dirigió hacia una mesa de operaciones portable, la cual colocó en frente mió y yo sin tener control de mi cuerpo me acosté en ella.
De repente ella se convirtió en un líquido acuoso parecido a la saliva, su ropa cayó tendida al suelo mientras el fluido se revolvía de un lado a otro, dentro de el líquido se podían ver líneas amarillas y unas estructuras carnosas (órganos) muy flexibles. Inmediatamente comenzó a tomar forma, se convirtió en una bola inmensa de color pálido, con muchos brazos y una pequeñas piernas estáticas.
Este ser movió sus brazos hasta alcanzar algunos instrumentos, al parecer su cuerpo se había solidificado. Con sus numerosas articulaciones me realizó muchos exámenes de rutina, revisó mis oídos, mis retinas, palpó mi abdomen y miró dentro de mi boca. Luego de unos minutos se materializó en una pequeña criatura negra con alas y ojos color escarlata parecido a un cuervo, tras esto se fue volando por una puerta.
Me dejaron sola unos minutos más, entonces me levanté automáticamente y me dirigí hacia un pasillo. Al atravesarlo llegué a lo que solo puedo describir como una carnicería, a mi derecha observé unos cerdos, un par de vacas, gallinas, un león, unos perros, entre muchos otros animales. Algunos de estos estaban vivos, otros muertos, y varios se encontraban rodeados de máquinas con mangueras drenando su sangre y lazers atravesandolos de un lado a otro.
A mi izquierda observé solo seres humanos, todos vivos, pero con pequeños artilugios volando a su alrededor mientras irradiaba destellos de todos colores. También había una criatura con seis piernas, dos ojos gigantescos y un tronco pequeño, muy parecido a una araña, pero esta medía alrededor de metro y medio. Ella se movía de un lado a otro mirando a los humanos, alterando su cuerpo, añadiendo más piernas en caso que las necesitara. También divisé a un humano con cuerpo de reptil que observaba a los animales, mientras una máquina sobre su cabeza tomaba apuntes en un idioma extraño. Cuando él giró pude ver sus ojos, estos eran totalmente negros, me sentí un poco extraña, al ver a este ser con una forma tan humana me vino la sensación que carecía de alma, como si estuviera muerto.
Me sentía totalmente tranquila a pesar de todo, ya me había acostumbrado a que mi cuerpo se moviera por sí mismo, además me sentía cada más receptiva y despierta.
Me acostaron sobre una camilla, los mismos artilugios me rodearon de un lado a otro irradiando destellos que me provocaron un calor insoportable. Una vez que esto terminó y mi temperatura se reguló, la araña se acercó a mí, se sentó, convirtió sus dos patas delanteras en brazos y sujetó un pequeño lapicero, al activarlo este aparato disparó un pequeño láser con el cual abrió mi estómago sin que yo sintiera ningún dolor. un par de máquinas salieron de la cicatriz abierta y entonces caí dormida.
Desperté bruscamente en el consultorio del doctor, mi cuerpo sudaba a raudales y me dolía mucho la cabeza.
—¿Estás bien?—, preguntó el doctor preocupado.
—Sí, lo estoy—, respondí con voz calmada. Miré al doctor, su cara estaba pálida y sus labios temblaban tratando de hablar.
—No era mentira lo que decías— dijo él sin pensar en lo que decía.
—Claro que no lo era— interrumpí mientras me levantaba y me dirigía hacia la puerta.
—¿Qué piensas hacer ahora?— preguntó el doctor con la cara sudada y las manos descontroladas.
—Seguir adelante— contesté con una fuerte sonrisa.
Epílogo:
Salí del consultorio con mucha esperanza, por fin sabía lo que debía de hacer. Me sentía tranquila, totalmente feliz con el futuro que me esperaba. Finalmente iba a ser libre.
Pasé muchas horas sentada en la biblioteca pública reflexionando, dentro de mi cabeza escuchaba algo, no estaba segura que era, pero molestaba mucho por ratos , cuando ya era muy tarde me levanté y me dispuse a irme.
Al pasar frente al puente Rejan me detuve en la acera y observé la puesta de sol, era hermoso, siempre me encantaron los atardeceres, esa fue la razón por la cual esperé hasta esta hora, ese hermoso color naranja del cielo. Era simplemente maravilloso.
Lentamente me coloqué de pie sobre el pasamanos del puente mientras me sostuve de la viga más cercana y me subí a la parte más alta de la barandilla, miré hacia el precipicio y luego abracé el aire con mis brazos.
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