En un antiguo bosque de paisajes encantados, donde las musas bajo la luna llena creaban lujosas carrosas de fuego, y miles de estrellas fugaces de sorprendente belleza.
Vivian las tres Marías luciendo su frescura con altanería.
La historia es muy simpática, y quiero contarles cómo funcionaban las tres hermanas en ese bosque maravilloso donde no solo anidaban pájaros de variados colores, también existía caperucita roja, blanca nieve y muchos cuentos variados, también muchas hadas. Junto a todos ellos estaban habitando las chicas más picaras del lugar.
Ellas, por supuesto vivían en una bella cabaña en el centro del bosque, desde allí escribían cartas a todos los chicos guapos de la ciudad, nunca conseguían respuestas, ellas sabían que el correo del pueblo que las asistía no funcionaba bien, pero no cejaban de probar suerte.
Un buen día algo extraño sucedió, se apareció por la cabaña un muchacho joven y muy buen mozo. ¡Ha olvide decirles que las Marías! tenían diferentes cortes y color de cabello, en edad, solo uno o dos años entre ellas.
La rubia fue la primera que descubrió al muchacho, sus ojos estrellados de sorpresa se detuvieron en otros ojos muy abiertos que la miraban con simpatía, que se acercó a ella despacio saltando flores y rosales, la rubia no podía de alegría y comenzó a llamar a las chicas a todo pulmón. Él se asustó, quería calmarla no se daba cuenta que la felicidad le mostraba una flor, cuando en realidad eran tres muy bellas y picaras. La morocha y la pelirroja no tardaron en aparecer con sus cabellos al viento y sus caritas sonriente, entre las tres le dieron la bienvenida y se lo llevaron a la cocina sirviéndole chocolate caliente, tortas y muchas cosas que ellas mismas preparaban, las picaras también sabían cocinar de todo, como siempre una era la más arrojada y comenzó inmediatamente coquetear con él sin ningún reparo, las otras se pusieron rabiosas y cada cual mostraba su belleza como más le convenía.
Él, se dio cuenta que las flores estaban muy solas y quiso aprovechar la cosecha antes que alguien más se enterara de lo que descubrió, solo por abrir una carta que llego de casualidad a su dirección en el pueblo cercano.
Así que se hospedó en un cuarto de arriba desde donde vigilaba a las muchachas esperando dar con alguna cuando se quedara sola. Así fue que bajo a desayunar y solo estaba la rubia encantadora que al verlo le pregunto que deseaba para el desayuno, y le sirvió de todo, luego se sentó a mirarle comer enamorada.
Cuando las otras llegaron la rubia ya tenía el pastel en el horno. Fue tomada de los pelos por sus hermanitas cariñosas, mientras una la llevaba al sótano la otra se quedó perdida en los brazos del bello príncipe, como le gusto llamarlo en ese momento tan romántico, pero no tendría suerte, entro de repente la pelirroja, y comenzaron las cachetadas y vociferando a mas no poder, se mesclaron entre sabanas, y el buen mozo en una lucha desde donde se podía apreciar muy divertido el momento, ambas enredadas con él en la pelea. Llego la rubia y con su voz suave y delicada aparto a las hermanas hablándoles de lo mal que se portaban con su huésped. Se dieron cuenta que todo estaba un poco fuera de lo normal, aunque mucho no les importaba, hacia un tiempo que esperaban por él, y ahora luego de tanto barullo no sabían bien como hacer cada una para quedarse con el buen mozo.
De todas maneras, cuenta la historia, que las tres tuvieron su porción en el reparto, y fueron felices y comieron perdices. Las Marías se dibujan cada día en el bosque como hadas del romance, y su príncipe como el jinete que encontró su corcel, en un bosque encantado con muchachas encantadoras y cariñosas.
MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI. |