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Inicio / Cuenteros Locales / Koke_Vejete_2001_2016 / Fluorofosfato de sodio (Escrito Enero 2008)

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El mullido sofá no entrega la tranquilidad necesaria que requiere mi estado mental, distraerme por algunos momentos de la situación en la que me encuentro.
Las cuatro luces que cuelgan cerca de mi rostro hieren inmensurablemente mis ojos, y apretando fuertemente el pecho con ambas manos trato de alivianar todo el miedo que me consume. Más no logro que la rigidez que me hiela la sangre abandone lo que soy.
Intento alejar el presentimiento del dolor venidero mirando a los costados de donde cómodamente reposo. La mujer de mediana edad me mira con una sonrisa, viste un delantal blanco y unas pequeñas y livianas zapatillas. Parecieran que volara de un lado a otro, a medida que el doctor recita una increíble gama de raros nombres de los más variados instrumentos.
Poniéndose unos guantes de hule color verde vistoso pide que abra mi boca.
_ No te va a doler nada Joanna, no te preocupes_ Dice con una dulzura inusitada. No tengo tiempo para pensar en el doble estándar que sentí en el monologo; pues el metálico y sólido sonido me quiebra, aquel sonido que escupe la diminuta máquina; espantando todo el coraje que me queda. Cierro los ojos ante la envestida del latón royendo cada una de mis piezas dentales.
Me mira dulcemente a los ojos, acercándose a mi cara, quemándome con su aliento; sonríe, es raro lo había visto sonreír antes, pero no de esta manera.
_ ¿Ves que no dolió tanto como creías?_ Voz delicada y sensible, su dicción es una apuesta al perfeccionismo de cada vocablo. Sus manos limpian mi rostro lenta y suavemente, acariciándome con una ternura inusitada. No deja de mirarme fijamente a los ojos con una sonrisa indesprendible de galeno joven y adinerado.
_Terminamos, ¿todo bien ahora? Enjuáguese la boca_ Dice sacándose los guantes verdes. La espumosa pócima del vaso plástico aplasta mi paladar con su sabor a menta rabiosa; toso por algunos interminables segundos.
El doctor escribe algo en su agenda; me habla, pero mira a la enfermera, que presa del nerviosismo no logra entender lo que el galeno le quiere transmitir con su mirada.
Algo me dice, pero yo sólo logro pensar en el dolor que siento en cada una de mis muelas. Me acerco para despedirme besando su mejilla; más él sólo mantiene la vista en la nurse (creo entender ahora que era para asegurarse de que estuviera distraída)
Al acercarnos corre su cara y besa tiernamente mis labios. No sé que sentir, que decir, como reaccionar y le regalo una nerviosa sonrisa.
Apretando mis adoloridos dientes salgo lo más apresurada que puedo de aquel lugar sin despedirme de nadie. Nerviosa me doy cuenta que el tratamiento recién comienza, No quiero imaginar la próxima sesión y sintiendo una vergüenza que calcina mi alma no quiero que llegue ese día.

Texto agregado el 27-09-2015, y leído por 112 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
27-09-2015 Que buen cuento amigo! TuNorte
27-09-2015 Vaya dentista elpinero
 
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