Me gusta el ambiente de la aristocrática cantina “La suerte loca”, lugar de sano esparcimiento y de pláticas trascendentes de filosofía, Además, y no crean que es propaganda el buen Tacho, cantinero del establecimiento, aún sin título es el mejor psiquiatra que conozco.

En este beatífico lugar hace varios días disertábamos sobre temas filosóficos mi amigo Atanasio, joven y tímido ingeniero, y yo. El tema era sobre el amor. Triste, me decía que él se sentía incomprendido, a pesar de su romanticismo por lo que siempre al dirigirse a sus amadas lo hacía con palabras tiernas y cariñosas. No se explicaba el porqué todas sin excepción lo mandaban a “freír espárragos”.

Fíjate me dijo:
—Lupita, la hija del tendero de la esquina, se enojó conmigo.
—¿Por qué?
—No sé, ya que con mucha educación le pregunté: “¿Cuándo vamos a rechinar el catre, mamacita?"