Ella cambia su acostumbrado rumbo de ingreso, misteriosamente desea que él la vea pasar, que sepa que llegó a su lugar de trabajo. Hay algo que los unió desde el primer momento que se vieron y platicaron, compartiendo simplemente la cotidianidad de la vida.
No logra comprenderlo, asimilarlo. Mas no le importa; pues el sólo hecho de sentirse acompañada y protegida por este nuevo sentimiento alegra su espíritu de una manera que desconocía.
Pasa apresuradamente por el largo pasillo que une los pequeños módulos, diminutos locales ubicados en las entrañas del inmenso centro comercial. Docenas de trabajadores ya han comenzado sus tareas diarias para dar la bienvenida a la horda de turistas de los más variados países que habitualmente visitan el lugar.
Por el rabillo de sus ojos lo ve, es extraño que su corazón se acelere de esa forma, pero el estremecimiento le encanta. Sus mejillas se sonrojan y acelera el paso queriendo pasar desapercibida.
Abre con doradas llaves las puertas de vidrio y metal, su compañera de trabajo aun no llega, pero no desea pasar preocupaciones.
Sabe de sobremanera que ella comete el error de confundir la amistad con la responsabilidad. Su voz interior le pide sigilosamente no encolerizarse con nada, ni con nadie; hoy será un día especial, un génesis que no espera. Sí, hoy será un día verdaderamente inesperado, recita su voz interior melodiosamente en el oído.
Ropa de los más variados colores dan vida a uno de los rincones mas recónditos del centro comercial, atuendos traídos desde el lejano Brasil se entretejen con el lento pasar de los días.
Su pareja no se encuentra en la ciudad, hace algún tiempo atrás supo que estaba casado, y mantenía una oculta doble relación. Compartía el tiempo de ambas sin que supieran nada.
Le inunda una tristeza al pensar que nuevamente la mala fe de unas personas le obsequia una maraña de engorrosas situaciones, donde no debería estar involucrada.
Una sonrisa visita su rostro al recordar que cada noche por lapsos de unas horas lo hace parte de su historia, él mantiene esa importancia de escucharla y de reírse un poco de las desgracias. Mantener esa categoría de rescatar entre líneas el consejo ajustado, guardándolo celosamente en el desván de su corazón. Un trozo de alegría se aposenta en su mirada, escudándose detrás de una franca sonrisa.
Creo que nunca escribí la parte 2. Quizás algún día me anime. Saludos. |