hay un sinfín de cartas que no te escribiré
porque en la añoranza de lo que no es
todo se multiplica imposiblemente
me encantaría decirte como te extraño
ahora que andas por ahí tan de extraña
y extrañamente aunque me duelan
las apiladas cartas que te escribí
no duelen tanto como las que no te escribiré
éstas, las de este tiempo,
porque éstas cartas que escribo en la mente
y guardo profusamente en la memoria
no le sirven a nadie,
ni siquiera a mí,

no podrían servirte de algo
aunque de un golpe de gracia
aparecieras de nuevo en mi puerta
porque estas son cartas para esa
que eres tú cuando no estás,
menos si nunca llegaras más,
¿en cuanto a mí?
¿de qué carajo me sirve
una carta que no escribo
y de las que no soy destinatario?

pero este silencio que dejaste no se calla
solo se llena con cartas imposibles
que nacen tan fáciles y de tantas cosas
que pareciera que el mundo
hubiera sido puesto para extrañarte
y para escribir cartas inútiles,


el amor aun sano es también enfermedad
y este amor está enfermo de carencia de ti,

cura o eutanasia de encontrarte,
hoy salgo a la calle, hoy mismo te busco
esta es mi última advertencia,
que tampoco ha de llegar.

j. u.