Sale de noche, vuelve de día. Así es la vida de quien frecuenta bares, así es la vida de quien busca calmar a sus propios demonios…
El caminante, perdido en un paraje obscuro, desconocido, trémulo y vagabundo, perdido dentro de sí mismo, algo borracho aún. Avanza dando tumbos por la acera, en un vaivén zigzagueante, su estado deplorable es evidente.
Cómo he…cómo he llegado aquí?...Do…Donde diablos estoy?...-Se pregunta-
A medida avanza la noche avanza él su caminar, caminante sin camino, vividor sin vida.
Una espesa neblina cae de la nada, la temperatura desciende, los efectos del alcohol disminuyen; una silueta, solo a una silueta ha sido reducido. Decide pausar su rumbo pues entre más profundo penetra en la niebla mas fuerte siente una ansiedad indescriptible.
De la nada, otra silueta se ve, se acerca lenta y contantemente hacia él, hasta que finalmente llega a su lado…Es la muerte encarnada en faceta humana, de rostro largo y demacrado, ojos negros y poco lustrosos, pómulos muy marcados y una piel muy pálida. Vestida de un traje negro, hilachento y gastado, un sombrero que en antaño tenía forma de copa y un bastón de madera.
La viva imagen de la decadencia yacía a los pies del caminante, tras haber llegado donde él ha caído rendida.
Se le ofrece algo, señor? –Preguntó el vagabundo extraviado-
Tu alma. –Responde la muerte decadente-
Mi alma? Y cómo piensa usted, miserable y cansino viejo, arrebatármela?-Dijo sorprendido el que hace media hora antes estaba borracho-
Aquel noctámbulo y taciturno anciano decrépito se levanta como puede, se afirma con al bastón como puede y mira frente a frente al deambulante.
Cómo?...Me preguntas, cómo puede este anciano miserable y escuálido tomar tu alma? – Pregunta el viejo- La respuesta está aquí –señala entonces el anciano hacia dentro de su gastado abrigo-
Entonces de su abrigo saca un violín y un arco, cosa extraña al ver las tan buenas condiciones del instrumento, considerando la caída anterior. Se separa unos metros del observador y comienza entonces a tocar una melodía hermosa, de tonos melancólicos y un agradable gusto amargo. Del suelo comienzan a levantarse más siluetas, las que se ven bailando este vals lento y doloroso, aquel hombre es testigo de aquello, ahora el viejo ya no lo es tanto, se ve más joven. La neblina comienza a disiparse, aquellas siluetas danzantes toman forma por fin, son esqueletos bailarines.
El ahora testigo siente un pánico espectral, un escalofrío recorre su espina dorsal. Ha dado respuesta a su primera interrogante, ahora sabe dónde está.
Ahora recuerdo todo, yo…Yo he muerto…Tras haber salido en busca del néctar del olvido, maldita mujer…Me ha apuñalado fuera de la taberna, se paró frente a mi estando yo borracho y ha clavado su puñal en mi estómago sin decir nada más que “adiós”, caí sin poder resistirme, y mientras repetía el proceso de acuchillarme una y otra vez, no solo en mi abdomen, sino también en el pecho, brazos y cuello, seguía despidiéndose, creo haber visto su rostro satisfecho y sin ningún remordimiento en su mirada… creo… No conté mas allá de la primera estocada, gracias al alcohol en mi sangre no ha dolido tanto como se veía desde fuera, imagino que había gente mirando, escuché voces mientras estaba tumbado recibiendo aquel castigo, pero nadie, nadie ayudó.
Recuerdo mi muerte, estoy donde merezco, no es el más frío de los infiernos, no es tampoco el más cálido de los paraísos, mucho menos es el más estático de los purgatorios. Estoy donde merezco y aquel vejestorio violinista me espera, supongo…Supongo que es su trabajo llevarme al final del camino, se ve que disfruta, se ve que le apasiona su trabajo. –Piensa para sí mismo aquel que había muerto-
El difunto se acerca al violinista y le pide que siga tocando otro rato, él está donde merece estar, él quiere disfrutar de este momento extraño de paz antes de seguir la senda que el artista le indique…
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