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Inicio / Cuenteros Locales / heraclitus / La muerte del juez

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Queridos amigos:
A veces tengo la impresión de que soy más aprendiz de filósofo que de escritor. Por esta vez me pondré sentimental y les contaré una historia tristísima.
Falleció mi tío Evaristo, viudo, abogado ilustre, juez de la suprema corte, hombre de bien y baluarte de la iglesia. Todos sus familiares y allegados además de conmovidos nos sentíamos expectantes, pues el buen señor nos había ofrecido no olvidarnos en su testamento en el remoto caso de llegar a morirse, claro, era lo que él deseaba, que este acontecimiento sucediera en un tiempo remoto. ¿De qué murió don Evaristo? Hay dos versiones:
La que un chismoso nos dijo: “don Evaristo fue a un hotel de cinco estrellas (era fino el viejo) acompañado de una joven, bella y voluptuosa hetaira, se alojó en la suite matrimonial para efectuar el viejo rito de follar con entusiasmo. Ahí en la suerte suprema lo sorprendió la dama de negro y le paró el corazón en lugar de otra cosa. A sus yernos les costó ímprobos esfuerzos aplacar el escándalo, hicieron uso de todas sus influencias y les costó una buena cantidad de efectivo para los untos a nuestras autoridades”.
Y la oficial: para las buenas conciencias don Evaristo murió en su cama, rodeado de sus seres queridos, después de recibir la extremaunción.

El velorio desde luego fue en la funeraria de más postín de la ciudad, donde les di el pésame a sus dos hijas, mis primas, más feas que un coche por debajo; siempre me dieron la impresión de arpías, esas simpáticas criaturas de la mitología griega. Ambas estaban acompañadas de sus respectivos esposos, caballeros de Colón, y miembros de las familias más respetables.
La sala de velación estaba llena de gente bien. Las lágrimas abundaban y yo, la verdad, me sentía fuera de lugar. Una señora de esas rezanderas, nos invito al Rosario que se estila en estos momentos. Yo me hice el distraído y me acerqué a ver al tío. Es curioso el féretro tenía una ventana para ver al difunto, éste maquillado como muñeco de cera más bien parecía un maniquí atrás de un escaparate. ¡Vaya costumbre! Exhibir a los muertos.
Casi los rezos estaban por terminar cuando entra una señora aún joven, guapetona, de luto, con un papel en la mano, acompañada de dos jovenzuelos con los mismos rasgos físicos del muerto. En voz alta, dijo:
—Yo soy la única que tiene derecho a estar aquí, soy su esposa y aquí tengo nuestra acta de matrimonio —y blandía el papel que tenía en la mano.
Desde luego esto ocasionó que una de las arpías —no recuerdo cual de las dos—, a su vez gritará:
—Vieja cabrona, lárgate de aquí, nadie te quiere… —y siguió en este tono, empleando para ello palabras altisonantes que mi natural decoro me impide mencionarlas.
¡La que se armó!
Para decirles que mis primas son de armas tomar, se fueron a las manos. La señora guapetona de “no malos bigotes” se defendió como pantera herida. Total, los guardias de seguridad tuvieron que intervenir para aplacar a las rijosas.

Desde luego, la barahúnda hizo que al día siguiente se suspendiera la misa de cuerpo presente que presidiría el señor Obispo, previa al entierro.
Antes de darle tierra al tío un oscuro sacerdote pronunció una sencilla bendición. Yo, al saber que el vejete murió intestado, me dije “qué diablos estoy haciendo” y ya no fui.

Las esquelas en los periódicos y la inserción pagada enaltecieron la imagen de mi tío, a mi me parecía estar leyendo el obituario de Santo Tomás de Aquino, en lugar del viejo gordo, transa, corrupto, libidinoso y demás adjetivos, de don Evaristo.
El final de este sainete es que la señora anteriormente mencionada se les adelantó a las hijas y declaró el intestado, sólo que salieron otras damas que esgrimían el mismo derecho. La inmensa fortuna obtenida por medios lícitos e ilícitos (la mayor parte) de don Evaristo se quedará pues en manos de los abogados litigantes.
Desde luego esto le agradará al juez, que siempre fue solidario con sus colegas.



Texto agregado el 24-09-2015, y leído por 260 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
28-09-2015 muy divertido muy bien escrito felicitaciones elbulon
26-09-2015 Muy bueno emiliosol
25-09-2015 Una historia de fino humor negro. Como las que me gustan. Felicidades mi querido heraclitus. ***** Terryloki
24-09-2015 Es un relato triste (a mis ojos) narrado con la excelencia de quien sabe de letras. Te felicito. UN abrazo. gsap
24-09-2015 Jajajaja...ayyy, cómo me recordó a otras historias de herencias y herederos. Muy simpática y bien narrada! MujerDiosa
24-09-2015 ¿Serán gajes de la profesión? En mi país, tiempo atrás se develó el escándalo del "Notario Cabrera" quien organizó una pirámide de estafa millonaria y murió en circunstancias exactamente iguales que don Evaristo, sólo que acá no se pagó para maquillar la muerte ni al muerto, sino que fue un escándalo famoso por las lágrimas... de los perjudicados por la pirámide. Entretenido y bien narrado texto. Saludos. PiaYacuna
24-09-2015 Uhmmm. Sin vergüenza el tipo, ¿no? Muy bien contada, desde luego. Me reí mucho con el símil de las jóvenes: “mis primas, más feas que un coche por debajo” . Jajaja. Sí que son feos los carros por debajo, pero nunca se me hubiese ocurrido usarlo como símil en una historia. Jajaja. Te quedó de perla, mi buen Heraclitus. Besitos fulles. SOFIAMA
24-09-2015 Empiezas con un hombre respetable y terminas con un sinvergúenza. Perdón, no quise ofender a la familia pero... Interesante! za-lac-fay33
 
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