Mi cuerpo inmóvil, como reposando, inerte en el cruce de dos calles, buscando protección debajo de un negro semáforo. Llueve como si Dios quisiera deshacer su creación; y tan sólo logro enfocar mis pensamientos en el retazo de papel que yace silente entre mis húmedos dedos.
El rugido de rápidos automóviles rompe los sonidos de la fría noche, los ases de sus luces escapan bailando, en la acuosa alfombra líquida.
Quisiera encontrar mi lugar en el planeta, dónde localizar el reposo que se me ha negado por tanto tiempo, un lugar donde refugiar mi agotamiento que no cesa de fastidiarme.
Saladas lágrimas se mezclan con las delgadas gotas que caen del cielo, no logro forjar una sonrisa a través del dolor que no se desvanece, tristeza y delirio; despreciable sombra que no retrocede, desgastando y mutilando mi alma imperecedera.
Tus letras se desprenden del papel, jugando entre la música que envuelve el suave rocío.

¿Me ayudas a olvidar?
Enseñándome
a querer como
lo haces tu.
Acariciando el ensueño
de la omisión etérea.

¿Me enseñas a olvidar?
Muéstrame el viaje
del balsámico sueño
del olvido.
Abandonando la eterna
y marchita pesadilla.

¿Me enseñas a olvidar?
Transformando el dulce
veneno de tus besos,
en desconocidas fantasías.
Quebradas palabras,
Perforan mi cariño.

¿Me enseñas a olvidar?
Pues yo jamás
podré hacerlo.
Mi alma hostigada
Por el constante
daño me lo impide.

Tus delicadas letras comienzan a desplomarse por el papel, se desvanecen como largas sombras besadas por un fastidiado y perverso ocaso.
Las gotas de lluvia y el silbante viento disuelven y corroen la frágil página, desmoronándola, desmenuzándola; siento como escapas entre mis dedos.
Tiemblo demasiado, no sé sí es producto de mi cuerpo totalmente mojado, o por que finalmente tu tristeza me visita este día lluvioso, en el cruce de dos calles, buscando protección debajo de un negro semáforo.