Jugando al soldado, desperdiciando mi juventud en pos de los psicópatas e irracionales sueños de generales y políticos.
Hace frío, trato de salvaguardar el escaso calor frotando mis manos, pero cada intento pareciera insignificante. La temperatura baja aun mas a medida que pasan lentamente las horas.
_ No creo que nadie nos vaya a invadir con este tiempo_ Pienso en voz alta.
Cuatro metros debajo de mi puesto de combate, la oscuridad es absoluta. No alcanzo a ver el final de la larga escala, y logicamente tampoco las cuatro “patas” de la torrecilla que une mi posición con el terreno. Lejos, muy lejos de la garita y del regimiento; el pueblo de Pozo al Monte salpica con sus luces el oscuro desierto.
Recuerdo que tiene por nombre “manta de castilla”, es una especie de poncho que cubre casi todo mi cuerpo, es grueso y lanudo; debo admitir que alcanza para opacar la descendente temperatura.
El fusil, todo mi arnés con los cargadores, y bayoneta descansan en un rincón. Me acabo de sacar las pesadas botas y envolviendo mis pies con retazos de una camisa que hice jirones, logro calentar un poco mi entumida persona.
Trato de alejar el sueño y el cansancio que me invaden, aun falta un par de horas para terminar mi guardia e ir a descansar. Una lechuza o un búho (No puedo diferenciarlos, nunca me interesó mucho “animal planet”) posado en el poste de luz, es mi única compañía.
Busco en uno de mis bolsillos el encendedor para apurar un cigarrillo, y es en ese instante, que aquel “silencio” arremete en todo.
Sé que estoy situado en medio de la pampa del tamarugal, el desierto mas árido del mundo. Sé que no hay un alma a cientos de kilómetros a la redonda, pero hasta la helada brisa dejó de golpearme. Es un silencio que cala los huesos, es una oquedad que espanta mi sueño, y deja en mi columna ese “gustillo” de sentirse observado. No lo entiendo pero me aterro. Mi “vecina” el avecilla, se precipita a tierra, paralizada, como si estuviese muerta.
Inmovilizado veo un “agujero” de color negro que avanza entre las estrellas, es inmenzo, casi cubre por completo el regimiento, la luz de los astros desaparece a medida que esa cosa se mueve tapándolas. Pareciera que es de material sólido, se moviliza lentamente sobre la torrecilla. Tres puntos de colores giran por la circunferencia de aquel oscuro y silencioso “nada”; azul, rojo, y amarillo, se apagan y se encienden sin estorbarse entre ellos. Pesadamente se detiene por algunos minutos sobre el pequeño bosquecillo de árboles tamarugos que colinda con mi puesto de observación; y como llegara, desaparece. Los sonidos del desierto vuelven a nacer, como si nunca hubiera ocurrido nada. Me desperezan los “gritos” del ave que despertando entre las piedras donde cayera se aleja volando.
Espero algunos segundos en silencio, me pongo las botas y tomando mi fusil recaigo en un nuevo ruido que proviene de abajo, cerca de mi puesto. Observo a alguien caminando entre el follaje, no lo distingo bien, está demasiado oscuro.
En un arrebato de valentía (o de locura), desciendo por la escala, lo hago sigilosamente, sin que él se de cuenta.
Al tocar tierra el corazón se acelera, internándome en el pequeño bosque, preparo mi arma para cualquier encuentro no esperado.
Las manos me tiemblan demasiado cuando lo veo. No sé sí “verlo” sea la palabra adecuada, pues lo que observo es un cuerpo transparente, es como si fuera un “ser de agua”, está desnudo, puedo apreciar muy bien su figura, y sé que es humanoide, pero veo a través de él, es “cristalino”. Recoge hojas y pequeñas plantas que crecen en el escaso ramaje verde.
Estoy muy cerca del “ser” (por llamarlo de alguna manera) y pareciera que no le importara mi presencia, no me toma en cuenta, como si no me viera. Me detengo a unos dos metros del “fantasma”.
_ ¿Qué mierda es esto?_ Cuando las palabras salen de mi boca es cuando me mira, no veo sus ojos, no veo su boca, el terror hace presa de mi cuerpo y dejando caer el fusil sobre las desérticas arenas comienzo la huída desesperada. Corro los doscientos metros que me separan del otro puesto de vigilancia, El soldado se sorprende al verme llegar corriendo, sudando a montones y aterrorizado.
_ ¿Y tu huevón, que haces acá?_ Pregunta sorprendido.
_ Te vine a visitar pues huevón, me sentía demasiado solo allá lejos_ Bromeo tratando de controlar el miedo que me consume.
_ ¿Y tu fusil?
_ Creo que se me quedo en la garita. ¿Me acompañas a buscarlo? (No quiero ir solo, pero tampoco quiero relatarle nada, no es mi deseo que me traten de loco)
_ Estaba durmiendo_ me relata animadamente_ y despertè cuando me llamaron del cuartel preguntándome si había visto algo raro que hace poco surco los cielos, por encima del regimiento, dijeron que era inmenso.
_ No, no vi nada_ Le digo mientras caminamos y a medida que nos acercamos me cercioro de que la garita este desierta, afortunadamente ya no hay nadie.
Este relato es real, pasó el año 1988 cuando cumplia mi servicio militar obligatorio. Sucedio en medio del desierto de Tarapaca a unos 100 Kilometros del pueblo de Pozo Al Monte en donde aun se encuentra el Regimiento de Comando Número 6 De Iquique. Nunca hablé de esto hasta que lo escribí el año 2006 por miedo de que fuera tildado de loco. Hasta la fecha nunca más he vuelto a correr tan rápido ni tan cagado de miedo como esa noche. Jajajaja (Ahora me da risa, no pude dormir por casi una semana de terror en esa fecha) Saludos. |