Lentamente despierto, he dormido tendido de estómago. Giro la cabeza pues algo llama mi atención; es un pequeño escarabajo rinoceronte que camina despacio por el arco de la ventana. El viste de color sombra y dos lunares blancos adornan su oscurecido lomo.
Las tonalidades verdes predominan el manto lumínico que ingresa por el portal, con suaves fragancias mentoladas me desperezo.
Levantándome veo por el ventanal, un bosque de eucaliptos se abre paso por varios kilómetros, caballos corren libres por un gran pastizal, y campanas de becerros entregan melodiosas notas musicales.
A la distancia una gigantesca estructura se entreteje con la naturaleza, el único vestigio latente de la mano del hombre.
Tranque paloma retiene las transparentes aguas que bajan de la cordillera. Cuatro bocas de acero y concreto se mantienen cerradas por el día de hoy, ellas evitan el paso del riego a las fértiles tierras. Puedo ver “la reina” llegando a su embarcadero, la pequeña lancha se encuentra colapsada con dos docenas de turistas que atiborran su cubierta.
Un largo y ancho río zigzaguea hasta perderse entre los edénicas colinas.
Elevo un poco mas la vista y una cadena de montañas con hielos eternos cierra el paraíso.
En sólo un instante el sol es cubierto por nubes opacas, comienzan a caer gotas de lluvia que me obsequia un aire balsámico. Tan rápido como se nublara, el cielo se despeja y el astro rey es nuevamente el soberano.
Las flores abren los pétalos tras el breve diluvio, rayos de luz escapan entre las copas de los árboles, un ejercito de mariposas pasa volando cerca de mí, dejando una estela de arco iris. Pájaros trinan armónicamente, hay vida dondequiera que pose la mirada.
_ ¡Dios... esto es precioso! Grito fuertemente y comienzo a reír, río límpidamente, río como un demente.
Ella entra a mi cuarto alertada por las carcajadas que escapan de mi garganta, me ve mirando por la ventana, dándole la espalda. Estoy desnudo, pero no me importa, una sonrisa adorna su mirar, ella ríe sonoramente conmigo.