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Cuando estaba a punto de lanzar al mundo cibernético una sardina, un acontecimiento vino a hacer desaconsejable tal opción.
Asómbrense ustedes. De pronto había pasado, en cuestión de segundos, de ser un hombre pobre a ( vía lotería) ser un potentado, un pudiente,un hombre rico.
De despotricar sobre la perra suerte de mi vida y su trayectoria en aquel artículo- que estaba a punto de salir, como se dijo- me vi transportado al otro lado de la pantalla, al paraíso del que- pensaba ahora- el hombre nunca debió de salir, al de la suficiencia, de la abundancia, del placer.
No llevaba quince minutos de rico cuando vi la puerta que evidenciaba la entrada de mi mujer.
Mientras trasteaba por la cocina- ella- me dio tiempo a pensar en una serie de cuestiones capitales para nosotros.
Yo acababa de prejubilarme y ella trabajaba aún- es maestra de la ESO-; y consulté mentalmente nuestra cuenta corriente. No habíamos tenido descendencia.
Me vi a mí mismo con un sombrerito a la moda tostándome al sol en una playa del Caribe, acompañado de mi señora, con aquellos vetustos cuerpos en decrepitud y recibiendo atenciones sólo en función del tamaño de nuestra cartera.
Desde dentro de la cocina se oyó su voz.
- Y la bonoloto, Javier?
Ya digo, estaba el artículo a un paso de "enter" para dejar de pertenecerme, para contribuir con su difusión- en su modesta eficacia( uno no es un Vargas Llosa)- a luchar contra el mundo de las desigualdades, contra el mundo que de cobrar el boleto empezaríamos mi mujer y yo a disfrutar.
Lo arrugué y lo lancé por la canilla del lavabo.
- Como siempre; nos toca sólo perder- respondí.
Acto seguido le apreté al botón.
No había caído aún agua. Con un poco de paciencia y tras destornillar la tapadera lo pude recomponer. No me pareció óbice suficiente vivir un poco en contradicción. Al final, se vive sólo una vez. |
Texto agregado el 21-09-2015, y leído por 358
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